¡Bendita sea la Mesa!

 

En la que rodeada, de pan recién amasado,

y regada con vino generosamente vertido

nos sentamos los hermanos de Cristo.

En la que, ofreciéndose como alimento permanente,

nos recuerda que, en Jueves Santo,

se quedó Jesús de una forma providencial,

en Misterio con valor infinitivo

en pan, que ya no es pan, y es su Cuerpo

y en vino, que dejó de ser vino, para ser su Sangre.

 

¡Bendita sea la Mesa!

Que, al sentarnos junto a ella

sabemos que nos urge el camino de la fraternidad

que nos espera el sendero de le reconciliación

que nos exige abrir las manos hacia el amor.

 

¡Bendita sea la Mesa!

Aquella en que, en Jueves Santo, con tintes de pasión

se sirvieron tres manjares santos y divinos:

el Amor, para ser como Jesús

la Eucaristía, para vivir con Jesús

el Sacerdocio, para ofrecer a Jesús

 

¡Bendita sea la Mesa!

En la que, cada Jueves Santo,

con lágrimas en los ojos y con los pies desnudos

recordamos el testamento de Jesús:

“haced esto en memoria mía”

¡Cómo vamos a olvidar, Jesús, tus deseos¡

Toma nuestras manos,

y dirígelas hacia los pies de los discípulos

de los nuevos tiempos

Toma, Señor, nuestra boca

y, cada vez que te repartas en la Eucaristía,

que sintamos la fuerza y el precio de este Sacramento

el vigor y la eterna juventud de tu presencia

el amor, como aquel mismo amor,

que se dejó caer en una tarde de Jueves Santo

 

¡Bendita sea la Mesa!

Aquella en la que, siendo sacerdote,

amaste, bendijiste, consagraste y te ofreciste.

Amén.

 

P. Javier Leoz