Dios mío, creo en la pasión, muerte y resurrección de tu Hijo.
Sé que me amas y que te interesa tanto mi salvación,
y que alcance la vida eterna, que me enviaste
a tu único Hijo para mostrarme el camino a la santidad.
Te suplico hoy tu gracia para dejarme iluminar por tu luz en esta oración,
para poder obrar, hoy y siempre, el bien.
La lectura de hoy es del Evangelio según San Juan:
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree,
ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
Y el juicio está en que vino la luz al mundo,
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz,
para que no sean censuradas sus obras.
Pero el que obra la verdad, va a la luz,
para que quede de manifiesto
que sus obras están hechas según Dios.», (Juan 3, 16-21)
La oscuridad nos inquieta. La luz, en cambio, nos da seguridad.
En la oscuridad no sabemos dónde estamos.
En la luz podemos encontrar un camino.
En pocas líneas, el Evangelio nos presenta los dos
grandes misterios de nuestra historia.
Por un lado, "tanto amó Dios al mundo". Sin que lo mereciéramos,
nos entregó lo más amado. Aún más, se entregó a sí mismo para darnos la vida.
Cristo vino al mundo para iluminar nuestra existencia.
Y en contraste, "vino la luz al mundo y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz".
No acabamos de darnos cuenta de lo que significa este amor de Dios,
inmenso, gratuito, desinteresado, un amor hasta el extremo.
El infinito amor de Dios se encuentra con el drama de nuestra libertad
que a veces elige el mal, la oscuridad,
aún a pesar de desear ardientemente estar en la luz.
Pero precisamente, Cristo no ha venido para condenar sino para salvarnos.
Viene a ser luz en un mundo entenebrecido por el pecado,
quiere dar sentido a nuestro caminar.
Obrar en la verdad es la mejor manera de vivir en la luz.
Y obrar en la verdad es vivir en el amor.
Dejarnos penetrar por el amor de Dios "que entregó a su Hijo unigénito",
y buscar corresponderle con nuestra entrega.
Gracias, Señor, por darme la luz para saber tomar el camino
que me lleve a la santidad. Ciertamente ese camino no es el más fácil,
ni ante los ojos humanos el más bonito o agradable.
Es más, hay un temor interno que no me deja abandonarme
totalmente en tu providencia, un espíritu controlador
que no logro dominar fácilmente. Pero qué maravilla saber que Tú,
a pesar de mis apegos, me sigues amando,
perdonando, realmente quiero corresponder a tanto amor.
Saludos y bendiciones
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