Es tu día, Señor
Nada, ni nadie, podrán ensombrecer
el sol en el cual se convierte tu Palabra:
nos da seguridad, en la debilidad,
nos ofrece el pan para el alma,
es aliento en las dificultades.
Es tu día, Señor.
Cada Domingo, en la mesa del altar,
reconocemos tu presencia resucitada,
sentimos tu mano resucitadora,
vemos tu costado que, abriéndose una y otra vez,
regala salvación y agua para toda la humanidad.
Es tu día, Señor.
Y, por ser tu día, Señor,
nos sentamos en la mesa que tanto nos habla de Ti.
En la mesa que nos enseña tu retrato de amor.
En la mesa que se impone frente a toda duda.
En la mesa que nos confirma en la fraternidad.
Es tu día, Señor.
Cada Domingo, en la Eucaristía,
acogemos la paz que sólo Tú puedes ofrecer:
paz sin maquillajes ni treguas,
paz sin exclusiones ni favoritismos,
paz sin recompensa alguna.
La Paz que, siendo para la tierra, baja del cielo.
Es tu día, Señor.
El momento del encuentro.
Del cara a cara del hombre contigo.
De saber que avanzas a nuestro lado.
De confirmarnos en el áspero y duro camino.
De celebrar, algo que sólo el Domingo nos da:
La VIDA se impone sobre la muerte.
La RESURRECCIÓN espera al final,
después de la gran semana de la vida terrena.
La PAZ como fruto de la comunión
de Dios con el hombre.
Es tu día, Señor.
Amén.
P. Javier Leoz