Del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17
En aquel tiempo mandaron a Jesús unos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar? Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea. Se lo trajeron y les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: Del César. Jesús les dijo: Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios. Y se maravillaban de Él.
Oración introductoria
Señor, Padre mío, este momento de oración es tuyo. Ayúdame a darte la calidad y cantidad de tiempo que te pertenece. Déjame sentir tu presencia amorosa, aunque no soy digno de ello, para que descubra el camino que me puede llevar a la santidad.
Petición
Jesús, que sepa corresponder a la gracia de tu amor.
Meditación del Papa
El tributo al César se paga, porque la imagen de la moneda es la suya; pero el hombre, todo hombre, lleva consigo otra imagen, la de Dios, y por tanto es de Él, y sólo de Él de quien cada uno es deudor de su existencia. Los Padres de la Iglesia, inspirándose en el hecho de que Jesús se refiere a la imagen del Emperador acuñada en la moneda del tributo, han interpretado este paso a la luz del concepto fundamental de hombre imagen de Dios, contenido en el primer capítulo del Libro del Génesis. Un autor anónimo escribe: "La imagen de Dios no está impresa en el oro sino en el género humano. La moneda del César es oro, la de Dios es la humanidad... por tanto, da tu riqueza al César, pero reserva a Dios la inocencia única de tu conciencia donde Dios es contemplado... El César, en efecto, ha impreso su imagen en cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria". Y San Agustín ha utilizado muchas veces esta referencia en sus homilías: "Si el César reclama su propia imagen impresa en la moneda -afirma-, ¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él?" Benedicto XVI, 16 de octubre de 2011.
Reflexión
¿Qué es lo que está permitido hacer al hombre en cada momento? ¿El bien o el mal? ¿Acaso no hay tiempo para volver a amar? ¿Puede el católico guardase el amor al prójimo por las circunstancias que le rodean? Antes se litigaba sobre el sábado. Hoy en cambios vamos por lo fundamental, el amor. En el amor está la curación de todos los verdaderos males que existen en el mundo. En el amor se encuentra la felicidad que errantes buscamos todos los hombres. En el amor está la salvación. Y allí es donde radica la parte oscura de la felicidad... ¿se es capaz hoy de amar? No basta con decirlo, pensarlo e incluso desearlo. Hay algo más. Hace falta actuar.
Las ideas no detienen la caridad de Cristo; los discursos no sofocan la realidad del amor; las buenas intenciones no estancan la curación de un enfermo. Todos los enfermos sabemos lo que significa estar sano. Lo sabemos justamente porque estamos enfermos, fríos y sin amor. Necesitamos el calor que derrita nuestro hielo. Un calor que ha traído Cristo "para que el mundo arda".
Sólo que aún falta un requisito esencial: extender la mano. Quien no acerca la mano al fuego, jamás se quemará. Quien no se acerca a Cristo, no sufre con quien sufre y no extiende la mano al que lo necesita... Jamás quedará sano. Y Jesús vuelve a pedirnos que la extendamos, aunque sea sábado. ¿Acaso no la hemos extendido tantas veces para alejarlo? ...y hemos tirado la piedra y escondido la mano. Y hoy Jesús ha querido venir para hacernos de nuevo la invitación. No hagamos que se retire por el hecho de que no hemos querido extender la mano... al amigo, al necesitado y al prójimo.
Propósito
Pedir a Dios la sabiduría y la fuerza de voluntad para orientar todos mis esfuerzos a cumplir su voluntad.
Diálogo con Cristo
El catolicismo no es una religión para robots, ni para quien cree que ya no importa su decisión ni esfuerzo, porque ya está predeterminado su destino. Gracias, Padre bueno, por darme la inteligencia, la voluntad y la libertad para saber escoger siempre la mejor parte, aquella que me lleve a cumplir tu voluntad.
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