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General: FELICIDADES A LAS CECILIAS
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: stefy1945  (Mensaje original) Enviado: 22/11/2012 14:22
FELICIDADES A LAS CECILIAS
 
 
 

SANTA CECILIA (Fiesta: 22 de noviembre)

Virgen, mártir de la Iglesia primitiva, patrona de los músicos.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
    
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Su pureza era tal que la ofrendó a Dios con su voto secreto de perpetua virginidad. Tan secreto que ni sus tutores, cristianos o no, lo conocían, y por eso, como era costumbre, le buscaron, en linaje tan noble como era el suyo, un esposo, que había de ser el joven Valeriano; y, por añadidura, era todavía infiel.

Cecilia jurídicamente debía aceptar el compromiso matrimonial, pero en su oración había logrado del Señor que le enviara visiblemente al ángel de su guarda con la promesa de que defendería su virginidad.

La situación era comprometida, pues aunque entonces no eran raros los matrimonios de infieles y paganos, y bien sabría Cecilia que algunas mujeres convirtieron a sus esposos, con todo, en la vida íntima, no podría disimular la señal de la cruz, los ayunos, oraciones, asistencia a los sagrados ritos. Así es que, fiada en Dios y confortada por el ángel, decidió plantear inmediatamente la delicada situación.

Era, pues, el mismo día de la boda. Podemos describirla con el ceremonial usado entonces, y hasta confirmado en el traje nupcial con los vestidos que aún guardan sus reliquias.

La casa de los Caecilii en el Campo de Marte tenía el atrio, el impluvio y otros aposentos rebosantes de convidados. Dentro, en el gyneceo, las amigas de Cecilia la ayudaban en el adorno de su atuendo nupcial. Una túnica de lana blanca ceñida con una banda del mismo color, los cabellos cubiertos con el flammeum, fino velo de color de llama, que le cubría la frente y las seis trenzas de su peinado y caía sobre el vestido en pliegues elegantes.

Llega la hora y se abren las cortinas del tablinum, aparece Cecilia ante la expectación de los convidados radiante de hermosura y distinción. De antemano se habían firmado las capitulaciones matrimoniales.

Al resplandor de las antorchas que llevaban los convidados, avanza Cecilia acompañada de su tutor; lleva en las manos el huso y la rueca; delante dos niños patrimi, es decir, cuyos padres no habían muerto, sembraban de flores el camino. Un coro de tibícines y cantores animaban el cortejo. El pueblo bordaba el trayecto de aclamaciones.

Llegados al solar de los Valerios, adornado de flores, colgaduras y cortinas de lana blanca, se detiene la comitiva en el umbral; los acompañantes claman: Thallassiol

Aparece Valeriano y, ritualmente, pregunta a Cecilia:

—¿Quién eres tú?

—Donde tú Cayo, seré yo Caya, dice la novia como su antepasada Cecilia Tanaquil.

Valeriano le presenta un vaso de cristal con agua límpida, una llave de casa y la invita a sentarse sobre un tapiz de lana con el huso y la rueca en las manos.

Hermoso simbolismo de las virtudes y ocupaciones familiares, muy semejante, a pesar de ser pagano, al del libro bíblico de los Proverbios, que comentó fray Luis de León en La perfecta casada.

Siguió el espléndido convite nupcial, se multiplicaban los plácemes, y los poetas entonaban los himnos y epitalamios al son de sus liras.

Y entretanto... Es el momento culminante que nos han guardado las actas:

Canentibus organis... Sonaban los instrumentos mientras Cecilia en su corazón cantaba al Señor solamente diciendo: "Hágase mi corazón inmaculado para que no quede confundida".


UN SECRETO REVELADO

Cuando todos ya se habían marchado, Cecilia dijo a su esposo:

—Querido Valeriano: tengo un secreto que revelarte, si me juras guardar secreto.

Lo prometió y Cecilia prosiguió:

—Tengo un ángel de Dios que guarda mi virginidad: si te acercaras a mí con amor impuro, desenvainaría su espada y cortaría en flor tu vida; pero si me amas y respetas mi pureza, se hará tu amigo y nos colmará de bienes.

Inspirado por Dios Valeriano y trémulo de emoción le dijo:

—Para creer tus palabras tendría que ver al ángel y ver demostrado que no es otro hombre el que ocupa tu corazón. De ser así, los dos moriríais a mis manos. Cecilia replicó:

—Para ver al ángel tendrás que creer en un solo Dios y ser purificado. Vete al tercer miliario de la vía Appia; verás allí un grupo de mendigos que me conocen, salúdalos de mi parte, diles que te lleven al buen anciano Urbano y él te hará conocer a Dios, te dará un vestido de color de nieve, y luego, purificado, vuelve a casa y verás al ángel.

Apenas amanecido fue al Pagus Triopius: junto al llamado locus trucidatorum, por los cristianos allí sacrificados, estaban las catacumbas de Pretextato y encontró al obispo Urbano.

Las actas hablan de una visión celestial en la que se les apareció un anciano vestido de blanco con un libro en las manos que decía:

"Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor, Padre de todos."

—¿Crees ya o dudas aún?—le dijo Urbano.

—Nada más verdadero bajo el firmamento—respondió el joven.

Y tras rápida catequesis le concedió el bautismo.

No hay razón para dudar, por ser sobrenatural, de esta visión, pues eran frecuentes en la primitiva Iglesia. Ni tampoco es increíble el que vuelto a su casa encontrara Valeriano a su Cecilia junto al ángel, que tenía en sus manos dos coronas de fragantes rosas purpúreas, que ofreció a cada uno de los desposados, promesa y símbolo de su triunfo martirial.

—Pídeme, Valeriano, la gracia que más ansías—añadió el ángel.

—Nada quiero más en el mundo que a mi hermano Tiburcio. Concededme que él confiese como yo a Jesucristo. Llegó en esto Tiburcio y, sorprendido, exclamó:

—¿Qué aroma es este de rosas y de lirios?

Aquí las actas, con fundamento documental y recuerdos de la tradición, trenzan un bello diálogo redaccional con doctas catequesis de Cecilia, tomadas del libro De pudicitia, de Tertuliano. Con la conversión y bautismo de Tiburcio concluye la emocionada escena.

La corta vida matrimonial de los esposos pudiera describirse como por aquellos años lo hacía Tertuliano en su libro Ad uxorem:

"Juntos oran, juntos se postran ante Dios, juntos ayunan y se instruyen. juntos van a la iglesia a recibir a Cristo. Comparten las alegrías y las preocupaciones. Ningún secreto, ninguna discusión, ningún disgusto. A ocultas van a repartir sus limosnas. Nada impide que hagan la señal de la cruz, sus devociones externas, sus oraciones. Juntos cantan los himnos y salmos; y sólo rivalizan en servir mejor a Jesucristo." Era el año 176.


                                   




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