23 de diciembre
"Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada." Lucas 2:7 (NVI) Lugar
Belén estaba abarrotada de visitantes. El censo romano había hecho emigrar a miles de familia de sus lugares habituales de residencia a la ciudad de su nacimiento. Esto generó un gran movimiento de caravanas, carpas, gente y animales. Y los que alquilaban dormitorios vieron su negocio. Es lo que pasa en la costa argentina cuando llega el verano. El mismo alquiler que durante el año (en temporada baja) cuesta un determinado monto, en el verano (temporada alta) se duplica o triplica. Y a pesar de esos precios, se llenan y hay lista de espera.
En Belén no había computadoras, ni registros anticipados por pago con tarjeta de crédito, por lo que las posadas se ocupaban a medida que iban llegando los pasajeros. No importaba que María estuviera embarazada y a punto de parir. No había lugar. Seguramente José habrá recorrido varias posadas buscando un lugar donde pasar la noche cómodos, pero no había ninguna.
A veces me imagino cómo habría actuado yo en su lugar, con la desesperación de saber que mi esposa está embarazada y con fecha de parto, con contracciones y seguía arriba de un burro esperando un lugar para descansar. Estaban cansados del viaje, con hambre, y todas las puertas se cerraban. ¡No se dan cuenta que María está embarazada y que el niño que tiene en el vientre es Dios mismo! Hubiera sido mi argumento con voz desesperada y enojado.
Pero no hubiera servido, como no le sirvió a José sus argumentos para encontrar un lugar. Estaban todos demasiado ocupados con los preparativos para el censo, viendo que hacía falta, satisfaciendo sus necesidades y no tenían tiempo ni ganas de pensar en Jesús.
Pasaron más de dos mil años, y las cosas no cambiaron. Es más, inclusive empeoraron. Estamos tan ocupados como aquellos hombres de Belén, y con causa justificada tenemos demasiadas obligaciones. Cierra el año y hay más trabajo para hacer (y menos ganas), demasiadas tareas para la cena de fin de año, acomodar y limpiar la casa, buscar regalos para todos, preparar la comida. Pero no hay lugar en nuestra agenda para el Señor Jesús.
Él sigue golpeando la puerta de nuestro corazón, para celebrar con nosotros. Anhela entrar y disfrutar de nuestra comunión.
REFLEXIÓN – No dejes a Jesús afuera en navidad.
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