¡Sí! ¡El cielo ha abierto sus puertas!
Y, a través de ellas,
ha descendido lo que en Dios habita: El Amor.
¡Si! ¡El cielo ha abierto sus puertas!
Y, cruzándolas con amor sin igual,
el amor se ha hecho carne y se ha convertido en luz.
Luz que se ha encarnado.
Luz que se ha rebajado.
Luz que se ha transformado en Niño.
Luz que, en la oscuridad, es resplandor de Dios.
¡Sí! ¡El cielo ha abierto sus puertas!
Dios, no ha querido quedarse encerrado en el cielo,
ha querido hacerse Niño para estar entre nosotros,
para llorar cuando lloremos,
o sonreír cuando estemos alegres,
para animarnos cuando estemos por los suelos.
¡Sí! ¡El cielo ha abierto sus puertas!
Y, al abrirlas Dios de esta manera,
nos enseña que, para entrar por ellas,
hay que aprender, hacerse y ser niño.
Y, al abrirlas Dios tan sorprendentemente
nos enseña un sendero de paz y de amor.
¡Sí! ¡El cielo ha abierto sus puertas!
Pero ¿Habrá abierto sus ventanas el hombre?
¿Tendrá sus ventanas abiertas el mundo?
Si el cielo ha abierto sus puertas,
es porque Dios, tiene algo que dar y algo que recibir:
Nos da a Jesús, que es lo más grande que posee,
y, como respuesta, nuestra fe es lo único que espera.
¡Sí! ¡Porque el cielo ha abierto sus puertas es Navidad!
Los pobres, ya no lo son tanto.
La paz, es posible alcanzarla mirando hacia el cielo.
Las tinieblas, tienen sus días contados.
El hombre, tiene su futuro asegurado: ¡Dios!
¿Por qué abre el cielo sus puertas
siendo Dios tan poderoso?
Porque Dios, ante todo, es Amor.
Porque Dios, sobre todo, es Servicio.
Porque Dios, ante la injusticia, es Justo.
Porque Dios, ante la mentira, es Inocencia.
Si el cielo, ha abierto sus puertas…
¡Abramos nosotros las nuestras!
¡Dios quiere entrar por ellas!
P. Javier Leoz