Deseos de Cielo.
Santa Teresa de Jesús decía: “Muero porque no muero”, pues tenía grandes ansias de ir al Cielo y encontrarse allí con su amado Jesús.
Pero qué distintos somos nosotros, y es que tal vez no tengamos deseos de ir al Cielo porque nos sentimos cómodos en este mundo. Tal vez somos jóvenes y no nos han pasado cosas graves en la vida, y estamos seducidos por este mundo y como atados a las cosas de aquí abajo, y por eso ni nos acordamos del Cielo o, al menos, no tenemos ningún apuro por ir allí.
San Pablo decía que para él la muerte era una ganancia, porque con ella recibía el premio del Paraíso.
A nosotros, en cambio, la muerte nos parece una pérdida, y hasta creemos que no podremos terminar las obras que hemos comenzado en la tierra y que todo se acabó, y en realidad es cuando todo comienza. Porque efectivamente la muerte es un paso a otra vida, es el comienzo de la eternidad y de una acción sin fin, porque tenemos que saber que hacemos mucho más por las almas y por nuestros seres queridos cuando estamos en el Cielo, que no cuando estamos todavía en la tierra. Porque en la tierra conocemos de forma limitada y las distancias nos separan. Pero cuando estamos en el Paraíso, vemos claramente los problemas y dificultades en que se debaten nuestros parientes y amigos, y podemos ayudarlos mucho mejor, porque tenemos una intercesión ante Dios muchísimo más eficaz y poderosa.
También los reveses de esta vida nos hacen pensar más en el Cielo. Cuando el mundo nos va desengañando y nos va dando como asco, porque hay tanta mentira y maldad, falta de caridad y compasión, entonces pensamos automáticamente en el Cielo, donde seremos felices para siempre.
Tratemos de pensar cada día en la felicidad que nos espera junto a Dios, y no estemos tan apegados a los afectos y a las cosas de este mundo que, antes o después, tendremos que dejar, pero para ir a algo muchísimo mejor, si somos fieles a Dios.