A la semana siguiente nos unimos al grupo carismático de Dorado, y dos semanas después fuimos al retiro de sanación con el Padre Tardif en el Mets Pavillion. Ese día el Padre dijo, entre otras cosas, que un doctor estaba siendo curado de un cáncer en el pulmón. Yo estaba con mi esposa y mi hija. Mientras el Padre oraba por los enfermos, mi hija me puso la mano en la espalda donde tenía el tumor. En ese momento sentí un calor donde ella tenía la mano. En mis oraciones le pedía al Espíritu Santo que me diera un indicio de que El me estaba curando. Cuando le llevé las radiografías y demás documentación al cirujano, éste me dijo: "No voy a aperarte, pues no estoy seguro del diagnóstico". Yo le dije a mi esposa: "Esta es la señal que le pedí a Dios". Desde entonces seguimos pidiéndole al Espíritu Santo por mi sanación. Un mes después me tomaron una radiografía y el cirujano me dijo que el tumor estaba disminuyendo. A los dos meses me fue tomada otra tomografía. Esta vez me inyectaron tinte pues el doctor no podía creer lo que veía: donde estaba el tumor había una cicatriz; cuando mi hijo se enteró, le dijo al médico: "Eso es un milagro del Espíritu Santo". Y el galeno le contestó: "Si los milagros existen, esto es lo más cercano que yo he visto de un milagro". El Espíritu Santo no sólo sanó mi cuerpo, sino que me llevó de nuevo a nuestra iglesia, a la que no he dejado de asistir desde entonces. |