En cierta ocasión un explorador de tesoros llevaba consigo a un grupo de alumnos. Cuando llegaron a lo más alto de una colina, y guiados por el maestro, se pusieron a excavar en busca de un pequeño tesoro.
Después de varias jornadas, con trabajo y fatiga, dieron con un gran cofre de un valor incalculable y ante el que los alumnos, hicieron gran alboroto: lo sacaron, lo limpiaron y se quedaron admirándolo. El explorador no se encontraba, en ese momento, en el campamento.
Cuando llegó, les preguntó: ¿Por qué os quedáis contemplando el baul? ¿Por qué tanta vuelta y tantos gritos? ¿No os dais cuenta que, el tesoro auténtico está dentro? Y, ayudados por el explorador, abrieron el cofre. En su interior había una perla gigantesca y de gran valor.
*Nosotros somos esos alumnos. Venimos, en este mes de mayo, para explorar las minas de Santa María.
*No podemos conformarnos con contemplarla por fuera.
*No es suficiente hacer fiesta en torno a la Madre y no ir mas al fondo.
¿Qué tiene María en sus brazos? ¿Qué gime en el seno de María? ¿Qué tesoro encierra cada advocación mariana? ¿Qué encierra el cofre -cerrado y abierto a la vez- del corazón de la Virgen María? ¡El Niño! ¡El gran tesoro de Dios que es el Niño!
Dios puso a María como un cofre en medio de la gran colina del mundo, para que, después de nueve meses y al abrirse en Belén, el mundo se enriqueciera con el don de la paz y del amor, con el oro de la humanidad de Dios y la plata de su sonrisa.
Sí, amigos; María es esa caja siempre llena de sorpresas que nos ayuda a revitalizar nuestra fe en Jesús muerto y resucitado.
No nos conformemos con dar vueltas en torno a la Virgen, con dejar unas flores a los pies de su imagen, con unos piropos más o menos acompasados y entonados. Eso, sería poco y superficial.
El mayor y mejor homenaje que podemos hacer a nuestra Virgen (Patrona, etc.,) es descubrir el tesoro que lleva en sus manos, que contiene su corazón, que hace grande sus entrañas: JESUCRISTO.
Ella, como buena exploradora y ayudando a la Iglesia, nos ayudará a descubrirlo.
Dejamos ante el altar, representando estos sentimientos, una piqueta. Que María nos ayude a descubrir la presencia del Señor.