Por Laura Aguilar Ramírez
En los últimos tiempos, la Iglesia está viviendo y sufriendo en muchas partes una "apostasía disfrazada". En muchos lugares, los católicos han pasado a ser una minoría y aún en aquellos lugares en donde todavía existen, las costumbres, ritos, valores morales en que se sustenta el cristianismo han ido poco a poco dejando paso a la relatividad.
Muchos cristianos que comulgan, que asisten a misa, también participan del uso de anticonceptivos, del divorcio, de las relaciones extraconyugales, de las uniones libres. Muchos que se dicen católicos y que de plano han abandonado la asistencia a los templos, que no oran, que no conocen su fé, terminan por aceptar uniones homosexuales como si fuera normal, terminan por aceptar leyes abortistas, terminan por aceptar todo aquello que está alejado de la voluntad de Dios.
Y por supuesto, todo éso tiene un precio.
En los países en donde se da éste relajamiento, también se viven problemas sociales muy duros: matrimonios sin hijos, esterilidad, divorcios, hijos con padrastros, embarazos precoses, chicos que toman decisiones inapropiadas por falta de educación moral correcta, violencia que ha ido en aumento, actitudes psicópatas, actitudes antisociales, suicidios, etc. etc.
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