Padre Cesare Bisognin
Cesare Bisognin ha sido el sacerdote más joven del mundo, pues fue ordenado a los 19 años. Había entrado en el Seminario de Turín y, a sus 17 años, en 1974, le detectaron un cáncer a los huesos (osteosarcoma) incurable. Alguien le habló de su gran deseo de ser sacerdote al cardenal Pellegrino de Turín, y él habló al Papa Pablo VI, quien le dio permiso para ordenarlo sacerdote en su propia casa.
Cesare estaba en su cama y allí recibió el sacramento del Orden sagrado. A la ceremonia sólo asistieron algunos familiares y amigos. En una entrevista que le hicieron ese mismo día de su ordenación, dijo:
Mi primer acto de sacerdote ha sido dar la comunión a mis padres como una señal de agradecimiento por haberme dado la vida. Yo les he dado la Eucaristía, que es el pan de vida, la presencia real de Cristo.
En estos momentos, mi esperanza está en el buen Dios. Si me ha escogido es, porque quiere que viva para los otros. Ser sacerdote es ser de Dios y Dios es de todos, luego el sacerdote es de todos.
Cesare murió a los veinticuatro días de ser sacerdote y sólo pudo celebrar una misa. Pero ahora sigue siendo sacerdote con Jesús por toda la eternidad y sigue intercediendo por los demás desde el cielo como buen sacerdote.
Padre Domingo
Cuenta el sacerdote Ricardo Zimbrón:
Cuando yo era un joven novicio, me pusieron al cuidado de un sacerdote muy anciano, que estaba muriéndose de cáncer en una agonía prolongada y dolorosa. Se llamaba Domingo y tenía fama de santo.
No he conocido un sacerdote más humilde que el sonriente padre Dominguito, de pequeña estatura y enorme de espíritu. Un día le llevé a su cama la charola con su desayuno y mientras él luchaba por comer sin apetito, yo le hice esta pregunta:
- Padre Dominguito, ¿cuál es la oración que a usted más le gusta rezar?
- El Kyrie eleison (Señor, misericordia).
Cuando retiré la charola del desayuno, casi intacta, me fui a mi habitación, me senté en mi cama y me puse a meditar aquello del Kyrie eleison… Entonces, no encontré respuesta. Pero han pasado los años y he recorrido mucho camino. Soy un sacerdote, a quienes muchos estiman. Y ahora mi oración preferida es el antiquísimo Kyrie eleison, ¡Señor ten misericordia!
La última vez que fui a inyectarle entre el hueso y la piel, me dijo: No tienes idea de cuánto estoy sufriendo, pero no se lo digas a nadie, quiero que esto sea una ofrenda que sólo conozca el Padre, me estoy ofreciendo a Él constantemente en unión con Jesús y María.
Ciertamente, reconocer que somos débiles y pecadores es uno de los puntos básicos para llegar a la santidad. Cuando tengamos sufrimientos y nos sintamos débiles o cuando caigamos en pecados, digamos continuamente Kyrie eleison, ¡Señor, ten piedad de mí! ¡Te ofrezco mis sufrimientos por la salvación de mis hermanos!
Padre Aureliano
Nació en 1887 en Basauri, cerca de Bilbao (España). A los quince años fue al convento de los carmelitas descalzos. Después del noviciado, tomó el nombre de Aureliano del Santísimo Sacramento, pues su verdadero nombre era Pedro Landeta y Azcueta. A los 23 años se ordenó sacerdote y tres años más tarde fue destinado a la India con la tarea de colaborar en la formación de los aspirantes al sacerdocio en el Seminario de Malabar.
Fue misionero en la India durante 51 años sin haber regresado nunca a su tierra natal. Además de su trabajo en el Seminario, fue nombrado director nacional de la Liga eucarística, institución que pasó de contar con mil sacerdotes inscritos en 1928 a tres mil en 1945. Una de sus preocupaciones más importantes era la difusión de la adoración perpetua diurna en la India. Para ello comprometió a 868 iglesias y capillas para que tuvieran el Santísimo Expuesto por etapas continuas. También promovió la adoración nocturna; en 1963 había inscritos 180.000 católicos. Y él decía a todos:
Cuando se encuentren en dificultad o cuando les falten las fuerzas humanas, vayan inmediatamente a la Eucaristía, donde les espera “Jesús”.
Hoy día, la India es el país del mundo con mayor número de seminaristas, unos diez mil. Mucho de este florecimiento vocacional se lo debe al Padre Aureliano.