EXPLICACIÓN DEL AVEMARÍA
Posted: 05 Aug 2014 01:12 AM PDT
Vamos a comentar el avemaría con la intención de que al pronunciar cada frase lo hagamos con pleno sentido.
En
el año 1525 se encuentra ya el avemaría en los catecismos populares,
pero la fórmula definitiva tal y como nosotros la rezamos la fijó Pío V
en 1568, con ocasión de la reforma litúrgica.
Dios te salve
Imagínate
cómo es la mirada de Dios sobre la mujer que Él creó y eligió para que
fuera su madre: una mirada llena de amor, de predilección, de gozo y
complacencia. Hasta donde te sea posible, cuando comiences el avemaría
apropia la mirada de Jesús sobre su Madre y salúdala con las palabras
del Arcángel Gabriel en la anunciación (Lc. 1,28). Desde lo más profundo
de tu corazón dile: "alégrate María".
María
Pronunciar
el nombre de María te llena de amor y de confianza. María significa la
amada del Señor, Señora, estrella del mar, la que orienta a los
navegantes y los dirige a Cristo. San Alfonso María de Ligorio dice que
es un "nombre cargado de divinas dulzuras" y Tomas de Kempis afirma que
los demonios temen de tal manera a la Reina del cielo, que al oír su
nombre, huyen de aquel que lo nombra como de fuego que los abrasara.
Llena eres de gracia, el Señor es contigo
Porque
Dios está con ella María está completamente impregnada de gracia, como
una esponja bajo el agua. María está llena de la presencia de Dios y
Dios es la fuente de la gracia. "El poder del Altísimo la cubrió con su
sombra"(Lc 1,35), es decir, Dios descendió para habitar en ella. María
es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21,3) Dios se da por
completo a María, la colma de belleza, y ella, que desborda Gracia
divina, la entrega a la humanidad.
Bendita tú entre las mujeres
Isabel
fue la primera en decirle a María: "Tú eres bendita entre todas las
mujeres" (Lc 1,42) Es bendita porque Dios la eligió con amor eterno,
porque es la madre de Dios, porque es madre y virgen, porque es
inmaculada, porque fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celeste.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús (cfr. Lc 1,42)
María
es la viña fecunda que nos entrega el mejor de los frutos, el alimento
que sacia. El fruto de su vientre es fruto del amor de Dios, de la
maravillosa y fecunda colaboración entre el Espíritu Santo y esa pobre
jovencita de Nazareth. A mí me ayuda mucho contemplar el icono de la
"Madre del signo" que nos muestra a Jesús en el vientre de María en
forma de Eucaristía: "el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este
pan, vivirá para siempre" (Jn 6, 51).
Santa María, Madre de Dios
Comenzamos
la segunda parte del avemaría exaltando su santidad y el gran motivo de
su dignidad. La portadora de Dios es santa. Ella creyó en la Palabra
del Señor y se entregó como la esclava del Señor, y gracias a eso el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Como madre alimentó a
Jesús, lo protegió, lo educó. ¡Qué digna representante del género humano
que le da a Dios todo el amor que su pequeñez es capaz de dar! Nos
duele escuchar: "Y los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) pero María sí
lo recibió y hoy nosotros, cultivando la vida de gracia, queremos
recibirlo como lo hizo ella.
Ruega por nosotros pecadores
Su
maternidad espiritual se extiende a todas las generaciones, a todos los
hermanos de Jesús, y ella ruega por nosotros, vela por nuestras
necesidades. Como en las bodas de Caná va una y otra vez con Jesús y le
dice: "No tienen vino", y obtiene abundantes bienes para sus hijos. Ella
protege con particular predilección a los más pequeños, a los
indefensos, a los enfermos, a los que tienen heridas morales, a los
pecadores. Vemos lo espléndida que es en los Santuarios Marianos:
Guadalupe, Lourdes, Fátima, El Pilar, Loreto, Luján, Aparecida... Santa
María, Madre de Dios y Madre nuestra, me declaro pecador, necesito que
desbordes sobre mí tu corazón misericordioso.
Ahora
En
el momento presente, en todo momento presente. Cuando todo va bien y
cuando no, cuando estoy en gracia y cuando no, cuando me siento bien y
cuando no, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las
tristezas, en la luz y en la oscuridad: siempre. El "ahora" abarca toda
mi vida, porque el momento presente recoge el pasado, el presente y el
futuro: todo lo pongo en tus manos. En el presente reparo por mi pasado,
te ofrezco mi futuro, vivo según el Evangelio. Decirle ruega ahora por
mí, es decirle: te necesito siempre a mi lado María, siempre; no te
separes de mí. (Nota: El "ahora" es considerado, también, para recordarnos que diario debemos rezar esta oración).
Y en la hora de nuestra muerte
Así
como estuviste junto a Jesús en la hora de su muerte (cf Jn 19, 27),
así desde ahora te pido que cuando termine mi vida terrena estés
conmigo. Si paso mis últimos días enfermo, quiero que como buena madre
me acompañes de día y de noche. Al morir quiero tener un Rosario en la
mano y sentir tu mejilla en mi frente, mientras me dices al oído: No
tengas miedo, que no te aflija cosa alguna, ten confianza, ¿qué no estoy
yo aquí que soy tu Madre? Quiero que mis últimas palabras sean: "María,
Jesús", y que habiéndolas pronunciado me cargues en tus brazos y me
pongas en los brazos del Padre. Quiero que tú me lleves con Jesús, y que
al despertar allá en el cielo tenga mi cabeza reclinada sobre Su pecho,
y estar sintiendo tus caricias por toda la eternidad.
Amén
Es
una palabra aramea (la lengua de Jesús) que significa fuerza, solidez,
fidelidad, seguridad. Se usa para afirmar y confirmar. Decir Amén es
decir que sí, que así es, que estamos de acuerdo y afirmamos con fuerza y
seguridad lo que creemos. Decir amén al final del avemaría es decirle:
"Sí, Madre, yo sé que cada vez que te dirijo esta oración tú trabajas mi
corazón, me estás formando, me vas modelando poco a poco, me vas
ayudando a crecer en las virtudes de la humildad, la pobreza, la
caridad, la pureza, la prudencia, la generosidad, la misericordia....
Sí, Madre, hazlo con toda libertad, te lo suplico: amén".
Autor: P. Evaristo Sada. Tema relacionado: http://www.catolicidad.com/2010/05/devocion-de-las-tres-aves-marias.html