
La Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén (en latín, Basilica Sanctae Crucis in Hierusalem y en italiano, Basilica di Santa Croce in Gerusalemme) es una de las siete iglesias de Roma, que los peregrinos tenían que visitar a pie en un día. Fue construida en el lugar donde se encontraban los palacios de Helena de Constantinopla, la madre de Constantino I el Grande.
La iglesia se encuentra a menos de un kilómetro al este de la de Archibasílica de San Juan de Letrán. Fue construida en el lugar que ocupaba un palacio fechado en el siglo III que había sido el hogar de los últimos emperadores. Una sala de este edificio, de 21,8 m de largo y 36,5 m de ancho, fue adaptada en el 350 para la construcción de la iglesia.
Bajo el papado de Lucio II en el siglo XII, la iglesia fue restaurada y más tarde dotada de una torre, como demostración de poder. Durante el Renacimiento y el Barroco, se realizaron otras modificaciones, que desfiguraron completamente el aspecto original de la iglesia. La restauración barroca fue encargada por el papa Benedicto XIV a Domenico Gregorini y Pietro Passalacqua (1740-1758), autores de la fachada y atrio de forma ovalada, como una de las últimas derivaciones de la arquitectura de Borromini, antes del advenimiento del Neoclasicismo. Actualmente parte de los frescos originales del antiguo edificio se conservan en el Museo de la basílica.