La silla vacía
Tal vez no has encontrado todavía un modo fácil y efectivo de entablar comunicación con Dios, pues en la oración se trata de eso: de dialogar sencillamente con Jesús. Esta anécdota podría activar tu creatividad.
Un sacerdote que visitó varias veces a un enfermo, observó con extrañeza la presencia de una silla vacía junto a su cabecera. Por fin una vez le preguntó para qué tenía una silla vacía junto a la cama. — No está vacía, —contestó el enfermo. Yo he ubicado a Jesús en esa silla y estaba conversando con él hasta que llegó usted. —Y añadió. —Durante años me resultó difícil hacer oración, hasta que un buen amigo me explicó que orar no es hacer otra cosa más que hablar con Jesús. Al mismo tiempo me aconsejó colocar una silla vacía junto a mí, imaginando a Jesús sentado en ella hablando conmigo y yo con él. Desde aquel día ya no tuve dificultad en orar.
Algunos días después llegó apresuradamente la hija del enfermo a la casa parroquial para comunicar al sacerdote que el enfermo había fallecido. Y dijo: — Lo veía tan lleno de paz que me atreví a dejarlo solo, ausentándome un par de horas. Cuando volví a casa, entrando en la habitación lo encontré sin vida. Sin embargo, algo me ha resultado extraño, su posición: la cabeza no reposaba sobre la almohada del lecho, sino sobre la silla colocada junto a él.
“Desde aquel día ya no tuve dificultad en orar”. Ojalá acontezca lo mismo contigo, así como también esa irradiación de paz que daba un aura especial al rostro del enfermo. Siempre me impresionó aquella afirmación de san Alfonso María de Ligorio, doctor de la iglesia: “El que ora se salva; el que no ora se condena”.
* Enviado por el P. Natalio