La confianza se basa en la fe.
Cuando confiamos nuestro corazón a otra persona,
asumimos que no tratará deliberadamente
de herirnos o de abusar de nosotros.
Nos gustaría que la gente que amamos
fuese honesta, digna de confianza y justa.
Nos gustaría que fuesen responsables,
pero, lamentablemente, esto no siempre es así.
Dado que todos somos imperfectos y vulnerables,
podemos decepcionar o ser decepcionados.
En estas ocasiones cuando debemos recurrir
a nuestra habilidad para perdonar,
para que las heridas curen
y la confianza sea restablecida.
Confiar implica olvidar el pasado y
mirar hacia delante, intentando otra vez,
siempre con la convicción de que el esfuerzo,
por imperfecto que sea, vale la pena.
Nuestra meta, después de todo, es...
humana, no divina.
(A.D.)
besos MARIECLAIR