Cuenta la historia que un caballero medieval asistía a un curso para matar dragones
en la escuela local. Varios caballeros más jóvenes acudían a esta
clase especial impartida por el mago Merlín.
Nuestro antihéroe fue a ver a Merlín el primer día para hacerle saber que probablemente
no le irían bien las cosas en el curso porque era un cobarde y estaba seguro de que
siempre estaría demasiado asustado y sería demasiado inepto como para ser capaz
de matar a un dragón. Merlín dijo que no hacía falta que se preocupara porque
había una espada mágica para matar dragones y que él se la daría
a este joven y cobarde caballero.
El caballero estaba deleitado por tener este apoyo mágico oficial con el que
cualquier caballero, no importaba lo poco que se lo mereciera, podría matar un dragón.
Desde la primera salida a los campos, con su espada mágica en la mano,
el cobarde caballero mató un dragón tras otro, liberando a una doncella tras otra.
Un día, hacia el final del curso. Merlín propuso una adivinanza en la clase
a la que estaba asistiendo el caballero.
Los estudiantes tenían que salir al campo y matar un dragón ese mismo día.
En la conmoción de la excitación, mientras todos los demás caballeros
corrían para probar su temple, nuestro antihéroe agarró del armero
la espada equivocada. Pronto se encontró a sí mismo en la boca de la cueva
de la que tenía que liberar a una doncella cautiva.
Su captor salió corriendo hacia fuera respirando fuego. Sin saber que había
agarrado la espada equivocada, el joven caballero retrocedió preparándose
para acabar con la embestida del dragón.
Cuando estaba a punto de golpear se dio cuenta de que había cogido
la espada equivocada. Ésta no era la espada mágica, tan sólo era una espada
corriente pero adecuada para buenos caballeros.
Era demasiado tarde para parar. Bajó la espada corriente con un certero barrido
de su brazo, y para su sorpresa se desprendió la cabeza del dragón.
Volvió a la clase, con la cabeza del dragón atada a su cinturón, con la espada en la mano
y la doncella a remolque, y corrió hacia Merlín para contarle su error y
su inexplicable recuperación.
Cuando escuchó la historia del joven caballero, Merlín se hecho a reír.
Su respuesta al joven caballero fue:
«Pensé que ya te lo habrías imaginado, ninguna de las espadas son mágicas
y nunca antes lo han sido. La única magia consiste en creer».
Osho.
BESOS MARIECLAIR.