LA SONRISA DEL ALMA...
Hay una variadísima cantidad de formas que expresan el amor que le tenemos al prójimo; sean hijos, hermanos, esposos, madres, amigos, vecinos, etc... Y esta variedad de formas tiene su origen en el amor, y ciertamente éste es ingenioso e inagotable. De su riqueza y fecundidad se nutren estas expresiones que se van manifestando armoniosamente en nuestra vida. Algunas se convierten en gestos, otras en palabras y sería imposible enumerarlas porque son tantas las formas, que resulta ilusorio imaginarlas. Ellas son las expresiones propias del amor que exceden a todo lenguaje, son expresión de la paz del corazón que destierran radicalmente el obrar violento. Nunca sacan boleto de "ida y vuelta". Son gratuitas y sin ser exigidas ni reclamadas, nacen y se desarrollan lentamente en nuestro corazón. Ellas expresan nuestra interioridad, están más allá de los ocasionales momentos, son estables, sólidas y expresan a su manera la obra de Dios en nosotros. En mí se fue convirtiendo en una palabra; gracias, ella coronaba toda conversación, y nunca estaba destinada a enriquecerme personalmente pero lo realizaba, creaba un misterioso puente entre el emisor y su destino regalándome la posibilidad de participar en el corazón que albergaba esa reverente expresión. Al principio no percibí su eco, hasta que un día lo descubrí, para ese tiempo ya había alcanzado una autonomía propia, era como la expresión más profunda de gratitud que sentía frente al Creador y su Amor. Esta era su fuente secreta que la tornaba inagotable y que se expresaba con mil formas y colores. Mil formas de reconocer el amor y agradecerlo. Después de repetirla una y otra vez, sintiéndola siempre nueva y al mismo tiempo renovada, fui entendiendo que era la sonrisa de mi alma. El vivir agradecido dando gracias, me convirtió en un agraciado de su bendición. Esto me llenó de alegría, aunque nostálgicamente comprendí que mi alma solamente sonreía con aquellos que amaba, y que lejos estaba de agradecer con un amor que se sustentara en la gracia a los que no consideraba amigos. Este eco interior como un maestro sabio, me mostró la necesidad de vivir esta realidad fundante del Amor, en esa aparente ausencia de respuesta inmediata. ¡¡¡Cuánta grandeza se esconde en la vida cristiana!!! He ahí la novedad siempre renovada de la fe cristiana, al odio se le responde con amor.
(Jorge Novoa)
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