Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños a través del cristal. En el bosque verde que me circunda -din don... din dan- se balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar. (Alfonsina Storni)