"El fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz"
Jesus tiene sed de nuestro amor, de nuestras almas, de nuestro perdón. Nos moviliza para que entendamos como imitarlo, nos invita a la santidad. El camino a la santidad comienza dejándonos vaciar y dejándonos transformar por el mismo Jesús, para que Él llene nuestro corazón y podamos luego dar de nuestra abundancia. Buscándolo, porque su conocimiento nos hará fuertes. Amándolo sin mirar atrás, sin temores, creyendo que sólo Jesús es la vida. Sirviéndolo, rechazando y olvidando todo lo que nos atormenta, porque es Él quien nos ayudará en el camino elegido. No estamos solos. Confiemos en Él. Nuestro examen de conciencia es el espejo en el que vemos nuestros logros y nuestras dificultades. Por eso debemos afrontarlo con sinceridad y amor. No perdamos el tiempo mirando nuestras propias miserias; elevémonos en la luz de Dios y busquemos la manera de hacer las cosas cada vez mejor. Conocerse a sí mismo es muy importante para el amor, porque conocer a Dios trae el amor, y conocernos a nosotros mismos, la humildad. Por eso los santos pueden decir que se sienten grandes criminales, porque vieron a Dios y se vieron a sí mismos, y notaron la terrible diferencia. Las críticas no son otra cosa que orgullo disimulado. Un alma sincera para consigo misma nunca se rebajará a la crítica. La crítica es el cáncer del corazón. Jesus nos pide un corazón limpio, sin odios ni resentimientos, Sin orgullo ni vanidades. Un corazón manso, humilde, predispuesto a la oración y el silencio.
El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente en presencia de Dios y escuchar lo que nos quiere decir. Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los ojos y de la lengua. El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón. Dios es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas. No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que Dios nos dice a través de nosotros. La Misa es el alimento espiritual que me sustenta y sin el cual no podría vivir un solo día de mi vida. Jesús está siempre allí, esperándonos. La cosa más importante no es lo que decimos nosotros, sino lo que Dios nos dice a nosotros. En el silencio nosotros escuchamos su voz. Debemos amar la oración. La oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo capaz de contener el don que Dios nos hace de Sí mismo. Resulta muy difícil predicar cuando no se sabe cómo hacerlo. Para ello, el primer medio que debemos emplear es el silencio. El silencio de la boca nos enseñará muchísimas cosas: a hablar con Cristo, a estar alegres en los momentos de desolación, a descubrir muchas cosas prácticas para decir. Guardemos, entonces, el silencio de los ojos, el cual nos ayudará siempre a ver a Dios. Los ojos son como dos ventanas a través de las cuales Cristo y el mundo penetran en nuestro corazón. El silencio de la mente y del corazón: la Virgen María conserva cuidadosamente las cosas en su corazón. Este silencio la aproximó tanto al Señor que nunca tuvo que arrepentirse de nada. El silencio nos proporciona una visión nueva de todas las cosas.....
VENUS.
(ENVIOME GRACITA DE OTRA COMUNIDAD)
BESOS MARIECLAIR