Desde aquel día dejé de soñar,
porque soñar es pura fantasía;
desde aquel día me hice fuerte,
y decidí caminar con mi suerte.
Desde aquel día dejé de callar,
porque mi corazón palpita,
porque él no me deja de hablar,
y yo, cuanto menos, contestar.
Desde aquel día dejé de suspirar,
porque de nada sirve un suspiro,
porque cada instante es un respiro,
y porque no hay que dejarlo pasar.
Desde aquel día dejé de llorar,
porque las lágrimas no dejaban ver,
porque cariño sí quiero tener,
porque deseo una sonrisa acariciar.
Desde aquel día dejé de aceptar,
aceptar palabras falsas y vanas,
que el corazón no puede ganar,
y que resultan desesperadas.
Desde aquel día dejé de gritar,
gritar por objetivo no alcanzable,
porque ninguna palabra brillará,
si mi corazón no está estable.
Desde aquel día dejé de pensar,
que las personas no somos iguales,
que existe la forma de compensar,
el cariño y el amor tan naturales.
Autora: Rosa Mª