La mayoría admite hoy que hay un periodo sensible
inmediatamente después del parto, en el que el
recién nacido está tan receptivo al olfato y al tacto que,
colocado sobre el cuerpo de su madre, puede llegar él solo
al pezón y empezar a chupar. En cuanto a la madre,
para ella el bebé es una máquina de producir sonidos
, caricias y olores que disparan su neuroquímica del amor.
Basta que el bebé chupe los pezones para que ella produzca
oxitocina y prolactina. Y el pequeño no sólo busca comida.
Harry Harlow -para muchos un torturador de animales- demostró
en los sesenta que los bebés de mono prefieren madres
falsas de cálido paño incapaces de alimentarlos a otras
con biberón hechas de alambre.
"El recién nacido es un mamífero que necesita el contacto con la madre
que lo acaba de parir.