Qué cosa más bonita es el atardecer,
en un rincón cualquiera frente al mar.
Lejos del mundanal ruido.
La frágil belleza del sol
poniéndose tras el horizonte,
en un intento de dejar su rayos luminosos
sobre las limpias aguas del mar.
La paz reflejada en la soledad de la playa.
El amor de dos personas que caminan desnudas,
sin ocultarse a sus propias miradas.
El suave susurro de las olas
que te invitan a cantar a la libertad.
Libertad en un mundo externo
lleno de mentiras y falsedad.
Libertad en tu mundo interno,
siguiendo los principios de la naturaleza,
las directrices de tu conciencia,
para conseguir la paz.
Tu paz.
La humildad de la arena, llana y simple,
aceptando resignada su papel,
penetrada por el agua hasta las entrañas
y dando calor al mismo tiempo,
a unos pies desnudos.
El orgullo de las rocas, sin altanería,
sobresaliendo entre la arena y el agua,
pero aceptando su compañía.
La delicadeza de los árboles, las plantas,
impregnando el ambiente con su dulce fragancia.
La sencillez de los pececillos
con su armonioso y constante aleteo.
Qué conjunto tan maravilloso de valores!
que al contemplarlos,
te transportan a un mundo de fantasía.
Cuantas veces soñamos en la falsedad,
y en la falsedad nos despertamos.
Hay quién en su interior,
intenta desnudarse, abriendo la capa oscura
que envuelve su espíritu,
pero teme ser punto de mira de la crítica
y cierra la ventana de sus propias virtudes.
Los hombres debemos ser temerosos
con nosotros mismos
y no con los demás.
Si nos mostramos tal y como somos,
hagámoslo con valentía,
pero también con sinceridad,
enunciando nuestra verdad
de una manera serena y clara,
sin atacar a los demás,
más bien escuchándolos,
incluso al torpe e ignorante,
pues también él tiene su propia “historia”.
Apartándonos de la vanidad,
pues si nos comparamos con los demás,
nos amargaremos al comprobar
que siempre hay personas
más grandes y más pequeñas
que nosotros mismos.
Seamos tal y cómo en realidad somos,
sencillos, sin adornos,
leales y nobles con nosotros mismos,
y también con los demás, sin falsedad.
Y pensando que la felicidad está en la paz,
en la paz de uno mismo.
Y que esa paz se consigue,
caminando despacio donde hay prisa,
y en silencio donde hay ruido.
Y yo sueño.
Sueño con un mundo lleno de alegría y amor.
Con un mundo,
en el que la constancia en el trabajo,
y la humildad en el hombre,
al relacionarse con el hombre,
hace que nos sintamos
orgullosos de nosotros mismos.
Un mundo en el que caminamos desnudos,
sin ocultarnos de los demás,
porque nada tenemos que ocultarles.
Desnudos de mentiras,
de engaños, de traiciones......
Desnudos, porque la sencillez,
abrigo fuerte y seguro, es transparente
y muestra tu propia paz interior.
Pero la fantasía es solo eso, fantasía,
Fantasía que te hace soñar.
y tiene su final en la realidad.
Y los sueños terminan con el despertar.
Y yo.....despierto,
despierto de mi sueño y salgo de mi fantasía,
y siento lo que hay a mi alrededor.
El hombre se cubre con prendas opacas,
se adorna con falsas joyas,
como son la envidia y la hipocresía,
y se muestra constantemente agresivo
para someter y humillar a los demás.
¡Qué error tan grave el nuestro,
al volvernos ciegos ante la virtud que existe!
¡Cuantas cosas seriamos capaces de lograr
caminando serenos entre el ruido y la prisa!
¡Qué pequeños somos
al querer hacer grandes cosas,
pero cerrándonos a creer que la grandeza,
se logra con las cosas pequeñas!.