Me voy a beber el mar
después de comerme la playa,
de postre quiero el cielo
y las estrellas que salgan.
A ver si sacio mi hambre
del azul de tu mirada
y la serenidad que me niegas
tú, como un dios, desde tu atalaya.
Ahíta de ausencia
no se saciará mi alma
mientras te escondas de mí
y me niegues tu mirada.
Con lo fácil que te sería
calmar mi hambre y mi sed
sólo perderías treinta segundos,