QUE NO ME ACOSTUMBRE.
Que no me acostumbre, Señor, el corazón, al ver hombres
y mujeres sufriendo en situación injusta.
Que no me acostumbre a un mundo como el que hemos
construido, en el que unos tenemos de todo y a otros le falta todo.
Que no se me acostumbre el corazón, Señor, a la mirada triste
y perdida al olor denigrante del alcohol, a las pocas ganas de vivir
y a cualquier deterioro del hermano, que son
sus gritos desde la cuneta de la vida.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre, a ver como normal
al recién llegado que cruza el mar para buscar trabajo,
o al que se ha quedado sin familia, sin trabajo o sin hogar.
Que no se me acostumbre el corazón, Padre, a volver a mi
casa y tener la nevera yo bien llena, los armarios en que
no cabe una prenda y los míos esperándome con cariño para
cenar en una casa confortable y el teléfono llamándome un montón
de gente, mientras mañana me espera mi trabajo seguro.
Por ternura, Señor, en mi mirada y caricia en mi mano que saluda.
Pon misericordia en mi mente que hace juicios.
Pon escucha en mis oídos al recibirlos y sabiduría en mi hablar.
Que no me acostumbre el corazón, Señor, al dolor del hermano,
que sepa comprender con ternura su historia y su situación.
Que el encuentro con él sea el encuentro de dos hijos tuyos.
José A Neyra.
|