MONÓLOGO ODONTÓLOGO
Será que la responsabilidad de observar y trabajar sobre las bocas agigantadas, pulsionan sus propias cuerdas vocales?, y no hacen otra cosa que verbalizar acciones que nos son indiferentes a los que allí permanecemos sentados, por error del destino que nos jugó una mala pasada?
Será que intentan distraernos, para alejarnos de las preguntas y el pudor que implica exponer nuestro órgano bucal, a un extraño/a, con el solo propósito de remediar dientes, caninos, molares o morales?...
Lo que sea es, y allí está él o ella demostrando su profesionalidad o su capacidad de monologar con el próximo paciente desconocido o no tanto, procurando vaciarse de palabras y silogismos para convertirnos en seres amorfos y tiesos, incapaces de emitir palabras, sólo algún que otro sonido gutural o gesto corporal, y es allí donde nuestras manos adquieren importancia, ya que a través de ellas queremos decirlo todo, desde el dolor hasta el adormecimiento, desde la rabia hasta la satisfacción de sabernos en el tramo final de la función monóloga y odontóloga de la situación en cuestión, y con el cuerpo entumecido o quizás agarrotado, nos levantamos como un resorte del sillón, luego del breve listo o el ya está...
Entonces el monólogo deja de ser monólogo para transformarse en un semi-diálogo, ya que uno contesta a medias, con la medida de la saliva que se nos escapa de los labios, por no poder controlar nuestra boca, semi-muerta, semi-desnuda, dudosa, quebrantada, hasta el próximo turno o requerimiento del dolor.
(de la red)