Los testigos presenciales no son fiables. El cerebro se desembaraza de la mayor parte de la información que le llega del exterior una vez que ha comprobado que no reviste novedad.
Por esa razón los testigos presenciales son manifiestamente de escasa fiabilidad, en parte porque todos creemos que vemos y recordamos más detalles de los que realmente podemos ver y recordar.
No siempre interpretamos los hechos con lógica. Durante la mayor parte del tiempo, el cerebro interpreta aquello que presenciamos de acuerdo con unas reglas generales que son fáciles de aplicar, pero que no siempre guardan una lógica. Requiere muchísimo esfuerzo aplicar en todo un análisis pausado y meticuloso, que es apropiado para realizar cálculos matemáticos o resolver rompecabezas.