Nadie puede hacerse cosquillas a sí mismo. La razón es que el cerebro propio predice lo que cada cual va a sentir en respuesta a sus propias acciones. Se puede aprovechar esta facultad del cerebro para defenderse de que le hagan cosquillas a uno: basta con poner una mano encima de la mano de la otra persona mientras las hace.
Los bebés desconectan las conexiones neuronales que no utilizan. En general, desechan las que no se usan lo suficiente durante los dos primeros años de vida. Si el cerebro fuera un rosal, las experiencias de mundo exterior serían la técnica que se utilizaría para podar, no el fertilizante.
Quien sufre abusos durante la infancia es más vulnerable al estrés. Se ha descubierto en experimentos con ratas (lo que podría trasladarse a los humanos) que una buena crianza las hace de adultas menos vulnerables al estrés al reducirse la intensidad de las respuestas de su sistema de hormonas del estrés. Una mala crianza aumenta el riesgo de depresión, ansiedad, obesidad, diabetes, hipertensión y dolencias cardiacas.
Sí se aprende mejor un idioma en la niñez. Los niños pequeños reconocen los sonidos de todos los idiomas pero, a partir de los 2 años de edad, sus cerebros empiezan a encontrar dificultades para diferenciar sonidos que no son habituales en su lengua materna.
Los adolescentes están "equipados" para comportarse bien. Durante la adolescencia, se aprecia en los individuos una mejora en la planificación y organización del comportamiento, en la inhibición de las reacciones, en la capacidad de atención, en la memoria y en el autocontrol emocional. Probablemente es debido a que las conexiones en la corteza cerebral prefrontal, que son importantes en la regulación del comportamiento, se siguen desarrollando hasta los 20 años de edad.