de ayer y de hoy.
Malena siglo veinte ya no canta el tango,
ni le quedan ganas pa’ verlo bailar.
Su pena infinita floreció en angustia,
la misma de siempre con otro disfraz.
La historia del tango repite su nombre,
fue estrella del Once y sol de arrabal.
Nació, según dicen, allá por Pompeya,
donde anduvo Manzi, que fue el padre de ella,
escribiendo tangos que aun dan que hablar.
Un edificio de catorce pisos
de repente asoma su larga nariz,
como preguntando, adónde está el tango,
que yo no lo he visto reinar por aquí.
Abajo el desfile hormiguea el surco
que abrió la avenida y enfila hacia el sur,
donde todavía perduran zaguanes
y algunos Don Juanes de recio perfil.
Vivencias de tangos bordean Palermo,
y un silbido enfermo marcando el compás,
orquestó el recuerdo de un duro malevo
que pintó Carriego por el arrabal.
¿Dónde está Malena, me preguntan todos?
Y yo les respondo con toda mi voz:
Malena está en todas las pibas porteñas
desafiando anemias, madrugando al sol.
Malena es el alma de mi Buenos Aires,
un cacho de tango