ENTRE EL OLVIDO Y UN PARA SIEMPRE.
Morirme en tus ojos cada vez que duermes, es la herencia silenciosa que le dejo a tus sueños, y un canto de ángeles de ojos azules que convenzan a tus pesadillas de contarme sus secretos para guardar tu descanso cuando mi cuerpo ya no se encuentre a tu lado. Viajar en tu sonrisa y que me nombres en la esperanza de lo que ha de venir, es la diligente consecuencia de que mi necedad crea en Dios cuando mi alma se entrega mansa a tu aliento, casi en tregua, entre el olvido y un para siempre. Que extrañes mis pasos cuando me pierdo, y le cuentes a mi sombra tu necesidad de mí, es el pequeño gran pacto que nos une donde se vive toda la vida, donde se vive toda la muerte... Dime quien soy sino aquel que incongruente y despilfarrando mañanas, te busca en el hondo pesar del dolor que llora su propio entendimiento, cuando nacen las más bellas palabras que hoy se lleva la necesidad de que me invites a tu pensamiento; entonces, le regalaré mis letras al mar para que sereno, te las entregue en las manos y sientas que eres el único motivo para que exista en mi historia un día venidero. Hablar de ti con mis horas fantasmales que se dejan caer de mis momentos, es el precio que gustosamente pago para que mi recuerdo se quede prendado en los abrazos que de vez en cuando le regalas al sol en su cenit, y a la luna nueva que espera con ansias el murmullo de los poetas que nacerán con un nuevo idilio. Dime quien soy, sino aquel que torpemente y como desinteresado, le ha jugado la vida a la muerte y en constante desesperación pasa los días comprendiendo cada vez más, que el silencio que guarda el verdadero amor, no es más, que morir en tus ojos cada vez que los cierras y duermes junto a mí.
Jesús Alejandro Godoy.
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