En la noche de ayer ella estaba en comunicacción con una persona a la cual está empezando a conocer, y en uno de los mensajes de texto él le preguntó - ¿te estás viendo con alguien?-; - no -,
le contestó ella; y él le preguntó - ¿por qué no? -.
Ella no supo que contestarle. Inmediatamente se puso a pensar y a analizar la simple pregunta que le había hecho: ¿Por qué no estoy con alguien?, ¿Por qué estoy sola?.
Y para sí misma se contestaba: Porque no, porque no se dió.
Y eso le contestó en el mensaje que le mandó unos 15 minutos después.
Y se quedó pensando "¿Por qué no se dió la oportunidad? ¿En realidad no se dió? ¿Desaproveché mis oportunidades? ¿Seré yo? ¿Estar sola es lo que quiero?"
Ella sabe que en este último tiempo no estuvo haciendo bien las cosas.
De a poco, se fue alejando de sus amigas, de las personas con las que se relacionaba y de los lugares que frecuentaba; fue dejando de hacer aquellas cosas que en algún momento la hacían feliz; dejó de encontrarle el sentido a varias de sus actividades, esas por las cuales antes dejaba de hacer lo que sea; hasta dejó de usar sus anillos y sus pulseras porque pensaba que ya no las lucía; ya no se veía linda, atractiva, no se gustaba; comenzó a permanecer casi encerrada en su casa,
con su familia pero aislada, perdiéndose la mayor parte de las horas del día. Dejaba pasar el tiempo. Conoció lo que es el aburrimiento.
Entiende que su vida todavía tenía algún sentido pero reconoce que ese sentido no es el mismo sentido motivador que antes. Ella notó sus cambios, sus nuevas actitudes casi depresivas,
su falta de ganas y su poca voluntad.
Notó que las demás personas también se daban cuenta de sus cambios pero que ninguna se animaba a poner de manifiesto esa situación.
Ella es consciente de lo que le pasa y eso es lo que más la tortura.
Ella sabe lo que debe hacer para mejorar su estado, para volver a ser la que era antes, para poder empezar lo mejor posible esa nueva etapa de la vida que le tocaba vivir. Pero al mismo tiempo que encuentra "ese algo" para hacer y mejorar, la falta de voluntad, de ganas y el aburrimiento se apoderan nuevamente de su espíritu.
Y piensa en esa actitud suya, no común en su persona, y eso la desmoraliza aún más.
Sus pensamientos y su mecanismo de análisis pormenorizado acerca de todo, configuran un círculo que se repite sin cesar, dejándola a ella estancada y sin posibilidad de actuar.
Está angustiada. Se siente mal.
Se da cuenta. A pesar de todo no se cree capaz de hacer nada.
Para ella, estar con alguien es una excepción.
Tuvo sus relaciones y encuentros pero nada serio.
Es una persona enigmáticamente solitaria.
Dice que eso no es para ella.
No está lista para el compromiso y tiene miedo.
Más que miedo, en verdad siente verguenza.
Se incomoda. Piensa en lo que dirían los demás. Piensa en lo que normalmente hacen las parejas, las situaciones felices, y no tanto, que viven y jamás se podría imaginar en alguna situación al menos parecida a esas.
No se siente capaz.
No es capaz de creer que algo así puede pasarle a ella.
No. Definitivamente eso no es para ella.
Sin embargo, en el fondo de su ser ella anhela vivir de alguna manera el amor. Lo sueña, lo piensa, lo desea, lo necesita.
No quiere dejar pasar más el tiempo porque sabe que a las personas que se acostumbran a estar solas cada vez se les hace más difícil realizar la idea de compartir su vida con otra. Pero también sabe que éste no es el momento apropiado para arriesgarse. Sabe que no está preparada para hacer frente a las presiones que significa una relación.
Le escapa a eso.
Él se interesó en ella. La contactó.
Y empezó a decirle cosas lindas mediante mensajes de texto.
Ella le contestaba cada uno de los mensajes que él le mandaba.
Eso no era habitual en ella. Entonces ella pensó que si no le molestaba que él le escriba y ella le contestaba sus mensajes por algo era.
Se negaba a afirmarlo pero algo era.
Se vieron una sola vez. Para ella fue toda una aventura.
Y, hasta el día de hoy, su relación se mantiene en nivel telefónico. Todavía no se conocen. Todavía no pueden hablar ni siquiera de cariño. Ella espera sus mensajes de madrugada.
Le gustan. Le hacen bien.
Él quiere otro encuentro.
Más íntimo que el anterior. Ella sabe lo que viene. Y lo evita.
Se da cuenta que lo está evitando. Se pregunta porque.
Y se responde que es por verguenza, por miedo, por inexperiencia.
Ella lo sabe y reconoce que lo sabe. Quiere pero no puede.
Siente que no puede. Así está ella. Pensativa, dubitativa, inmóvil.
Queriendo y no pudiendo porque ella misma se lo impide. Ella sabe que él no es para ella.
Pero ella no quiere compromisos y supone que el tampoco.
Sólo quiere vivir un poco pero no se anima.
Y se imagina una y otra vez como sería estar con él.
Y él sigue en sus pensamientos. No puede dejar de pensarlo aunque sabe que no hay mucho más futuro.
Ellos tienen un encuentro pendiente.
Encuentro que depende de ella y sus circunstancias.
Y llega otra noche.
Ella se irá a dormir esperando un mensaje de él. Y le quedará un amargo sabor si no lo recibe.
Pero no le dirá nada. Ella no sabe reclamar, no quiere hacerlo.
Y sigue pensando... "¿Qué es lo que realmente quiero?
No sé, sólo sé que pienso en él", se responde.
¿Será que algunas personas están destinadas a vivir el amor en soledad? Ella cree que sí.
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