El Dios Madre en el esoterismo judeo-cristiano.-
En la Iglesia se habla de la Madre de Dios, lo cual parece contradecir la idea de que lo más grande, lo más alto, el “summun bonum” es Dios. Sin embargo, si en vez de decir la Madre de Dios, decimos el Dios Madre, estaremos usando una frase que no desmerece en nada a Dios, sino que aplicamos cualidades a Dios. En las líneas siguientes veremos cómo esa Madre, es decir, el Dios Madre, desciende desde el cielo simbólico a la tierra del hombre carnal. Para ello nos basaremos en postulados de la mística judía, porque su religión no menciona, como en la mística, un Dios de naturaleza femenina. Esto constituirá la primera parte de este discurso. En la segunda parte utilizaremos el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz que nos relata el viaje de la Madre desde el hombre carnal hasta Dios del cielo. Todo el discurso está producido por la toma de conciencia de exilio y la necesidad de reintegración que obliga a la expresión: ¡Despiértame Madre, de mi sueño!
En cábala, las tres letras madres hebreas: alef, mem y shin, se relacionan con las tres letras del nombre de Dios: Y H V. En el Zohar estas tres letras del nombre de Dios se ven bajo la idea siguiente:
Y, es el Padre.
H, es la Madre
V, es el Hijo
Dice también que el sagrado nombre de Dios de cuatro letras (YHVH), se completa con el nombre humano de Abraham y recuerda el pasaje del Génesis en el que relata que Abram y Saray eran viejos y no habían tenido descendencia hasta que Dios incluye una hache en el nombre de Abraham y cambia la Y de Saray por una hache. De esa forma se obtiene el tetragrámaton o nombre sagrado de cuatro letras.
Las originales del nombre son, no obstante, las Y H V, que como Padre, Madre e Hijo, forman la Santísima Trinidad, sin la cual no existiría nada de lo creado, pues todo parte de este triángulo superno. La letra madre Mem se ubica en la séfira Binah, representa el agua, la virgen, la Madre celestial. Pero tanto Padre, Madre, como Hijo, son tres aspectos de un solo Dios.
En el Martinismo tradicional, también se dice que todo lo creado parte de Binah, es decir, del agua o la Madre. De hecho, los días de la creación que narra el Génesis comienzan en la cuarta séfira del Árbol de la Vida, es decir, nacen de la Primera Trinidad.
En el misticismo judío así como en el cristiano se coloca a la Virgen o Madre como mediadora entre el hombre y Dios. Es la intermediaria para que un día logremos la unión mística. Pero esta mediadora ahora es colocada en la séfira llamada Malkuth, la décima del árbol y no la tercera. De manera que tenemos una Madre Celestial de quien parte la creación, y una Madre mediadora para ascender en conciencia. No es que sean dos Madres, sino que la Madre Celestial ha descendido hasta el hombre para ayudarlo en su ascenso.
Esta Madre mediadora tiene muchos nombres: reina, hermana, novia, doncella, esposa, matrona, shej’inah, y la podemos también llamar el alma en el hombre. Una parábola del Zohar nos da a entender que si queremos llegar a Dios, debemos pasar primero por la Reina. Dice: “¿Concuerda con la dignidad del Rey que la Matrona declare por Él la guerra y reciba peticiones para Él?” Y continúa diciendo el Zohar que Dios considera a esta Matrona de alto valor y estima que para honrarla…. “Le daré pleno control sobre el palacio y sobre toda mi casa”.
De manera que todas nuestras luchas con el dragón, nuestra separación de la Unidad, nuestro sueño ilusorio, etc., deben eliminarse dejando que ella establezca su gobierno. De esa forma un día lograremos la Unión mística: que el alma del hombre se sienta una con Dios. Todo ha de pasar por la mediadora, por la Matrona, que parece dormida, pero que son nuestros sueños y la dureza de nuestro gobierno lo que hace que no oigamos sus susurros y consejos.
En la parábola del Zohar, el autor hace hablar a Dios, quien dice: “Desde ahora quien desee hablar conmigo debe primero hacer conocer su petición a la Reina”. Esta Reina o Matrona es la presencia de Dios en la humanidad, el alma en el hombre. En los templos, la presencia de Dios se llama Shej’inah. Y en la literatura mística como en el Cantar de los Cantares de Salomón o en San Juan de la Cruz, se llama esposa, novia, doncella, paloma, reina, etc.
Sigue diciendo el Zohar: “El Santo, bendito sea, por su amor a la humanidad, le confió todo a ella”, y prosigue con la idea de que hay muchas especies, pero incontaminada solo una y “Él resolvió que toda su casa fuese entregada al cuidado de ella”. Alude también que al ser la Regente es quien tiene todo el poder. El Zohar lo explica como que Dios le entrega a la Reina todas las armas, todos los carros, las catapultas y los combatientes.
El armamento del alma es para combatir nuestro error de separación, nuestro exilio. Es interesante la explicación que da el Zohar sobre esta lucha, el armamento y los aspectos de rigor y justicia, de severidad y fuerza, que se lee en la Biblia como si hubiera un dios castigador. De esta lectura (tomo III) se puede sacar la idea de algo que leído literalmente puede hacernos equivocar. Es lo relativo a la idea de castigo y rigor de Dios. ¿Cómo un Dios todo amor, puede a la vez dar idea de perversión y que llegamos hasta justificar bajo una fe ciega dirigiendo el castigo hacia aquellos que no creen en la palabra de Dios? En su sentido místico lo que entendemos es que el ser humano, al tener una conciencia divorciada de su alma y establecer un gobierno independiente en la propia casa de Dios, crea una lucha con la jefa, la Shej’inah, y las consecuencias experimentadas por el propio ser humano se perciben como de rigor y justicia, dependiendo del acto realizado. El alma en el hombre, la Reina o Matrona, nuestra Madre y Virgen, siempre está esperando de nosotros que dejemos un pequeño resquicio abierto para susurrarnos la realidad de otra dimensión y así, hacernos viajar hacia el Padre. Es la Reina quien nos conduce al Rey.
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San Juan de la Cruz está considerado como el más grande místico del cristianismo. En Llama de Amor Viva, describe poéticamente la unión del alma en el hombre con Dios. Lo hace a través de cuatro canciones que después, en el año 1584, a petición de doña Ana de Peñalosa, explica. Ella le pidió al místico un comentario aclaratorio a la canción del mismo nombre. En dichas explicaciones, San Juan se recrea y goza con los deleites que hace el alma, la matrona, en su íntima unión con Dios.
Primeramente transcribiremos las cuatro canciones y luego incluiremos algunos párrafos muy iluminadores de su comentario:
“¡OH llama de amor viva,
Que tiernamente hieres
De mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
Acaba ya si quieres,
Rompe la tela de este dulce encuentro.
¡OH cautrio suave!
¡OH regalada llaga!
¡OH mano blanda, ¡OH toque delicado,
Que a vida eterna sabe,
Y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡OH lámparas de fuego,
En cuyos resplandores
Las profundas cavernas del sentido,
Que estaba oscuro y ciego,
Con extraños primores
Calor y luz dan junto a su Querido!
¡Cuan manso y amoroso
Recuerdas en mi seno,
Donde secretamente solo moras:
Y en tu aspirar sabroso
De bien y gloria lleno,
Cuan delicadamente me enamoras!!
Declaración de San Juan de la Cruz: “ Sintiéndose ya el alma toda inflamada en la divina unión, y ya su paladar todo bañado en gloria y amor, y que hasta lo íntimo de su sustancia está revertiendo no menos que ríos de gloria, abundando en deleites, sintiendo correr de su vientre los ríos de agua viva, que dijo el hijo de Dios que saldrían en semejantes almas (Jn. 7, 38), parecele que, pues con tanta fuerza está transformada en Dios, y tan altamente de Él poseída, y con tantas ricas riquezas de dones y virtudes arreada, que está tan cerca de la bienaventuranza, que no la divide sino una leve tela”.
Relata la unión mística con un ejemplo muy adecuado para nuestra comprensión: “así como el cristal limpio y puro es embestido de la luz, que cuanto más grados de luz va recibiendo, tanto más de luz en él se va reconcentrando, y tanto más se va esclareciendo; y puede llegar a tanto por la copiosidad de la luz que recibe, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en ella, todo lo que puede recibir de ella, que es venir a parecer como ella. Y así, es decir el alma aquí que la llama de amor hiere en su más profundo centro…”.
Y es que cuando el alma en el hombre ha despertado del todo, su luz es la misma luz del Espíritu Santo. Si un cristal es limpio y totalmente transparente, y es bañado por una luz inmensa, el cristal desaparece a nuestra vista y lo que percibimos es solo luz. Cuando la luz en el alma es la misma luz que la del Espíritu Santo, se habla de la unión mística, o la unión del esposo y la esposa, o el doncel y la doncella o el matrimonio del cordero.
Parece que la frase taoísta “ve y pule tu espejo” o “entra en tu sanctum u oratorio”, cobran ahora una nueva dimensión. Ello se entenderá ya como la acción a ejercer por el hombre para el despertar de su conciencia, que no es otra cosa que permitir que sea la Matrona quien gobierne nuestras vidas para que a través de ella llegar a la experiencia de Unidad. Es nuestro viaje hacia Dios a través de la Reina lo que hará que hasta nosotros llegue la Santísima Trinidad: nuestro Padre, nuestra Madre y nuestro Hijo.
Y continúa San Juan “Es, pues, de notar que el amor es la inclinación del alma y la fuerza y virtud que tiene para ir a Dios, porque mediante el amor se une el alma con Dios; y así, cuantos más grados de amor tuviere, tanto más profundamente entra en Dios y se concentra en Él. De donde podemos decir que cuantos grados de amor de Dios el alma puede tener, tantos centros puede tener en Dios, uno más adentro que otro; porque el amor más fuerte es más unitivo. Y de esta manera podemos entender las muchas mansiones que dijo el Hijo de Dios haber en la casa de su Padre (Jn., 14, 2)”.
Los judíos, tanto místicos como religiosos, pasan los seis días de la semana construyendo el templo, esto es, trabajando sus aspectos humanos para que cada día la Matrona cobre más protagonismo. Pero el séptimo día ya no construyen el templo, sino que tratan de ser el templo. Es la fiesta judía más importante, es el Sabbat. Es el día en que la comunión, por lo menos es lo que se busca, trata de ser total con la Shej’inah, con el alma. Aún hay judíos que salen en procesión el viernes en la tarde antes de ponerse el sol, en la víspera del Sabbat, cantando himnos a la novia, a la shej’inah, y salmos emocionantes que podemos resumir en la expresión: “ven, vamos en busca de la novia, la faz del sábado recibamos”.
Ese es nuestro trabajo de todos los días, construirnos y reconstruirnos como hombres nuevos para estar preparados para la llegada de la novia, de la reina o matrona, que es la que nos llevará de retorno al seno del Padre del que creemos que hemos salido, cosa que solo ha sucedido en conciencia.