Pensamiento del 27/10/2009.
"El vanidoso, a diferencia del orgulloso que tiende a encerrarse
en una soledad despectiva, se muestra en todas partes: necesita
llamar la atención, ser buscado, invitado, fotografiado,
glorificado. E incluso aunque se dé cuenta de que esta debilidad
le cuesta caro (pérdida de tiempo y de dinero), le resulta muy
difícil vencerla: su ansia de reconocimiento y de celebridad le
supera una vez más y le induce a realizar toda clase de gastos
inútiles e incluso perjudiciales. Entonces, ¿cuál es la
solución?
Es normal desear ser reconocido y célebre, pero es necesario dar
otra orientación a esta necesidad: en lugar de querer ser famoso
en la tierra, entre los humanos, buscar la gloria en el Cielo,
entre los ángeles y los arcángeles. Aquel que reemplaza la
gloria terrenal por la gloria divina, va por el camino de la
salvación: ¡es su vanidad la que le conduce al Cielo! El día que
comprenda que es al Cielo al que debe tratar de complacer,
trabajando sobre sí mismo, entonces no sólo estará permitida la
vanidad, sino que incluso será recomendable."
Omraam Mikhaël Aïvanhov