La Luz de la Navidad

 

 

La naturaleza de la luz ha sido objeto de atención de filósofos y científicos desde tiempos remotos. En la antigua Grecia se conocían y se manejaban fenómenos y características de la luz tales como la reflexión, la refracción y el carácter rectilíneo de su propagación.  No es de extrañar entonces que se preguntaran ¿qué es la luz? Y que se lo plantearan como una exigencia de conocimiento más profundo. Los griegos primero y los árabes después, sostuvieron que la luz es una emanación del ojo que se proyecta sobre el objeto, se refleja en él y produce la visión. El ojo sería el emisor y a la vez el receptor de los rayos luminosos.

 

A partir de esa primera explicación conocida, el desarrollo de las ideas sobre la naturaleza de la luz, constituye un ejemplo de cómo evolucionan las teorías y los modelos científicos a medida que, por una parte, se consolida el concepto de ciencia y, por otra, se obtienen nuevos datos experimentales que ponen a prueba las ideas disponibles.

 

Isaac Newton (1642-1727), se interesó vivamente en los fenómenos asociados a la luz y los colores. A mediados del siglo XVII, propuso una teoría o modelo acerca de lo que es la luz, cuya aceptación se extendería durante un largo período de tiempo.

 

 

La luz, en relación con la Navidad, tiene otras connotaciones muy distintas a las anteriormente expuestas, pues se dice que el 25 de diciembre es el primer día en que el eje de la tierra empieza a caminar hacia el punto de mayor iluminación.

 

Entre los romanos había un dios bifronte, o de dos caras, Jano, que el catolicismo cambió a Juan, y como se dispone de dos “juanes”, el Bautista y el Evangelista, a uno se le colocó al principio del verano y al otro al principio del invierno, es decir, en el primer día en que la tierra va hacia la oscuridad y en el primer día en que la tierra va hacia la luz. De esta forma, Jano sigue mirando con una cara hacia la luz y con la otra hacia la oscuridad.

 

Muchos avatares nacen el 25 de diciembre, y aunque su fecha de nacimiento no coincida con ésta, de todas formas se le asume como símbolo de la luz.

 

Pero además de lo anterior, la vibración mística del Cristo Cósmico, también se puede considerar como luz prístina que invade la mente y corazones de los habitantes de la tierra, impregnándonos con una alegría especial que se respira en el ambiente.

 

En los templos rosacruces se llevan a cabo ceremonias que recuerdan que la unión de mentes y corazones irradia más luz que la que cada uno en forma independiente puede proyectar. Por eso, la frase “añadiré mi luz a la tuya” siempre está vigente, pues la luz de varias velas juntas producen mayor iluminación que la que podría dar cada una de ellas por separado. Cada vela, en sí misma, no da más luz aislada o junto a otra, sin embargo, al unir una con otra hay una mayor radiación de energía por incremento de la refracción.

 

En los templos martinistas se realiza la ceremonia de JehoShvah cerca del 25 de diciembre, para invocar las vibraciones  del Cristo Cósmico, las cuales renovarán el templo para otro ejercicio anual.

 

Adrián Pérez de Vera