Que me dicen del trauma que supone mirarte al espejo por la mañana y encontrarte
con que ese gremlin que te mira fijamente eres tú? Te duchas, te vuelves a mirar, y
decides que lo mejor va a ser darte una capa de titanlux, a ver si aquello mejora.
Y no,
no mejora. Sigues siendo un gremlim pero, así, como churruscao.
Una vez churrascada, te diriges a despertar a tus niños. Aquí siempre ocurre algo.
Supongamos que el niño tiene fiebre. Tú eres una mujer con recursos!!!....
recurres a la súplica
- Suplicas:
A la suegra que se quede con el niño hasta que llegue la chica.
A la chica que venga un poco antes para que se vaya la suegra.
Al cielo que la seguridad social deje de comunicar.
A la “encantadora enfermera” que te de cita tarde para no pedir permiso.
A tu jefe que te de permiso porque la encantadora enfermera ha pasado de ti.
Y entre súplica y súplica tú sigues trabajando, así como haciéndote la relajada.
Y al final del día,
nunca antes, te llama tu ocupadísimo marido, y te pregunta ¿qué tal cariño?,
cuando te oye
rugir como un
rinoceronte en celo, recuerda que el niño estaba enfermo y hace ver
que no se le había
olvidado y te cagas
en todo lo que se menea y sales corriendo al pediatra y llegas por los
pelos, y te dice lo del
virus, y te
manda no se qué medicina y cuando llegas a la farmacia han cerrado
y llamas a tu marido y le
suplicas que cuando salga de trabajar, si no le supone mucha molestia,
se pase por una farmacia
de guardia y entonces él te dice “no voy a poder, es que tengo una reunión”,
que yo creo que mi
marido no vive, se reúne!! Y le matarías, pero por teléfono no puedes
así que decides arrastrarte
hasta la farmacia de guardia
Y allí que llegas tú con todo colgando: al pequeño que le cuelgan los mocos,
el mayor que se cuelga
literalmente de tu manga. De la sillita cuelga tu bolso, la bolsa del bebe,
la bolsa de gimnasia, la bolsa
del trabajo, y la mochila del mayor, que ya quisiera Pérez de Tudela,
que yo creo que este niño no
crece porque la mochila se lo impide. Parecemos unos “sin-techo”.
Entras en la farmacia y el espejo
del fondo te enseña al gremlin churruscao pero como a trozos
porque el maquillaje también se ha
“descolgao” y te suda el bigote como una foca, y te la encuentras a
ella, la SUPER-ORGANIZADA.
La super-organizada es esa mama del colegio de tus hijos;
que siempre quisiste ser. Lleva a sus nenes
a las clases de Alemán, a judo, a pintura, al foniatra, a fútbol y a natación.
Y es de las que comen y
no engordan, y es delegada. Y en los cumpleaños del nene lleva a toda
su clase “un guevo kinder”,
que son tres deseos a la vez, y tu niño con su bolsa de sugus, que yo
creo que le estoy creando un
trauma, y prepara la bechamel de las croquetas. Yo hace tiempo que
descongelo las famosas
croquetas “que le den por culo a la bechamel” y todo esto sin movérsele
ni una de las siempre
perfectas mechas; porque a este tipo de mujer no le crece el pelo.
Yo creo que tampoco
sudan, pero de esto no estoy segura.
Y tú que intentas recolocar todo lo que te cuelga y ella, y su
perfecta hilera de dientes
que te sonríe y, te suelta “chica, es que no te organizas, porqué no pides
reducción de jornada...
” Aquí es donde le soltarías una leche por cada euro reducido, por
reducir tu jornada.
Superada la prueba, tus colgajos y tú regresan a casa. La autoestima decidió
quedarse en la farmacia.
Y bañas a los niños, haces lo deberes del mayor, le das la medicina al
pequeño, les preparas
la cena, se la das y les acuestas y te tiras en el sofá y al encender la tele
aparece
una super-organizada que te dice:
Auxonia, hoy me gusta ser mujer.