Ellas los prefieren jóvenes
Recuerdo con cariño a mi vecina Angélica, una ex directora de escuela que murió el año pasado a los 83 dejando viudo a un marido 17 años menor, y tullido por el Alzheimer. Supe los entrelones de su historia de amor un domingo por la tarde, cuando él se hizo pis encima por quinta vez y ella, ya cansada, me pidió que fuera a la farmacia por más pañales. Se habían enamorado de manera fulminante en la parroquia del barrio. Angélica no disimulaba los 39 y a él se le notaban los 22. “Así como lo ves ahora, era espléndido, eh” , solía decir añorando esos tiempos de lujuria.
Erwin Olaf retrató a las pinups de más de 60
Ay, qué destino cruel, ¡casarte con un tipo más joven para que te atienda en la vejez y que el tiro te salga por la culata! pensaba yo, escuchando su lamento. Pero mi vecina no fue la primera mujer “cougar” (puma) de la que tuve noticias.
Desde hace varios veranos en la plaza de mi barrio veo a un matrimonio muy popular de la milonga, ella casi anciana y él visiblemente joven, bailar tango abrazadisímos al aire libre. Mi bisabuela Mariana, que se casó con su primo Adrián, también le hizo frente a una diferencia etaria bastante considerable, algo que en su momento a nadie escandalizó, quizá porque en esas épocas hombres y mujeres envejecían parejo, no como hoy, que con un toque de relleno y bótox los 40 se mienten cada vez mejor.
Por eso creo que el fenómeno cougar no es ningún fenómeno: que una madura se fije en un hombre joven es una situación tan antigua y fortuita como el mundo. Y digo fortuita porque los vínculos perdurables surgen espontáneamente y sin que te lo propongas. La química es así, no se fija en esos detalles. A los hombres les decían viejo verde, no sé a las mujeres, pero seguro se necesita valor para andar de la mano de un tipo al que todos confunden con tu hijo.
A la que le salió mal la aventura fue a la Sra Robinson, la esposa del primer ministro irlandés que, oh casualidad, se apellida como la protagonista de la famosa película El Graduado. Floja de valores cometió la imprudencia de abusar de su poder público para favorecer el negocio privado de su amante, además de ponerle cuernos al marido, claro.
Pero por haber caído en la cama de un chico 39 años menor, ¿quién puede juzgarla?.