Poeta de mil mares, de noches oscuras y estrelladas...
A mis hijos.
Hijos míos hace poco abriendo el libro de mis recuerdos, encontré una carta que escribí para ustedes, antes de conocerlos, mucho antes de hacer realidad mis sueños de adolescente. En aquel entonces los imaginé y escribí en mi corazón cada pensamiento, sentimiento y deseo, y hoy que no están conmigo, no he dudado en plasmarlos sobre un papel. Cuando pensé en ustedes lo hice con un tremendo amor, semejando la sombra de un gran árbol que nos cubriera y refrescara mientras conversamos sobre sus triunfos y derrotas. Cuídense del mañana, pues está lleno de promesas. Aún cuando se afirme que el mañana no existe y que solo es fantasía, a pesar de todo, siempre habrá un mañana en sus vidas y probablemente esté lleno de amor y desamor, de sueños y realidades, de ilusiones y quimeras, de promesas y engaños, de aciertos y desaciertos, de verdades y mentiras, de afectos y traiciones. Mientras tanto, disfruten de su presente, de su mundo de inocencia y candidez. Si el creador les permite crecer, entenderán la diferencia entre lo bueno y lo malo, entonces comprenderán los errores de sus propias vidas. Den gracias a Dios, porque cada día les permita arrancar una hoja al calendario de sus vidas, esto fortalecerá sus espíritus y estarán en comunión con ÉL. Nunca acusen, ni señalen al azar. Practiquen exámenes de conciencia, así tendrán menos posibilidades de castigar a inocentes o de liberar a los culpables. Cuando alguien deposité en ustedes una semilla, abríguenla, aliméntenla, denle calor. De esa forma, quien en vuestro ser la haya guardado, estará seguro de cosechar lo que sembró, no defrauden a los suyos para que no se sientan defraudados. Recuerden que la gratitud, el respeto, el cariño, la nobleza, la sencillez y la humildad, son los valores más sagrados que todo hombre debe conservar. Escuchen la voz de la experiencia, muchoñs tendrán algo que contarles, esto les permitirá analizar los errores y tendrán más posibilidades de triunfar. Hoy no son más que unos débiles pajarillos. Cuidare de sus alas, para que cuando surquen el horizonte de la vida, ninguna tempestad azorada de aire juegue con ustedes. Algún día recorrerán el mundo y estarán preparados para enfrentarlo con valentía y decisión. Así hijos míos, cuando contemplen en el cielo a los pajarillos, cuando los vean volar, recuerden que cuando eran unos indefensos polluelos que su madre les enseño a volar… Devotamente… su madre. Esto lo pensé en mi infancia y lo escribí en mi corazón.
Erika. Casablanca, 04 de noviembre del ao 2008.