Es posible contar la historia desde un punto de vista femenino? La
pesquisa se torna complicada, casi arqueológica, porque al no ser
tenidas en cuenta hasta hace muy poco, no existen escasos lugares que
centralicen la información sobre ellas.
Nacer mujer en la época de la colonia, en América del Sur, significaba
diferentes cosas según la raza y la familia de origen. Características
comunes a todas: con muy pocas excepciones, se esperaba que vivieran
recluidas en el hogar, se casaran de acuerdo con la decisión del padre o
del amo, fueran analfabetas sin distinción de clase social, no tuvieran
voz ni voto, ni disponibilidad de sus bienes.
Aun así, hubo algunas que, forzadas o favorecidas por circunstancias
especiales, atravesaron la fisura en el tejido de la realidad que
aparece en toda situación de crisis. Y, lo más importante, hicieron
cosas que, por su relevante influencia en el curso de los
acontecimientos, dejaron una pequeña señal para sus sucesores.
El coraje, ¿es un rasgo viril o humano?
Los estadounidenses han hecho investigaciones de las cuales se desprende
que, provistas de un arma de fuego, las mujeres tienen naturalmente
mejor puntería que un varón en iguales circunstancias. Por esta razón,
en los Estados Unidos dicen que el revólver es "el gran ecualizador". De
nada sirve la fuerza física masculina frente a una mujer armada.
Quizás haya sido esta cualidad la que permitió que Manuela Pedraza
recogiera el arma de su marido cuando éste cayó muerto en la defensa de
Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas, y apuntara contra el
soldado inglés que acababa de matarlo, matándolo a su vez. Manuela hizo
mucho más que eso. Siguió combatiendo. Luego recogió las armas de todos
los caídos a su alrededor y las entregó a Liniers, jefe de la
contraofensiva criolla, que la cita en el parte de acción y la nombra
alférez.
Otras versiones de este hecho dicen que Manuela y su marido peleaban
codo a codo en una unidad casi invencible y que, caído él, ella le
arrebató el arma al inglés; acabadas las balas, forcejeó cuerpo a cuerpo
hasta matar al soldado con sus propias manos. También hay discrepancias
en cuanto al grado militar otorgado a Pedraza -apodada "La Tucumanesa"
porque venía de esa provincia-: algunos apuntan que el título que le fue
otorgado habría sido el de subteniente de infantería. Lo que es seguro
es que hubo una mujer tucumana de nombre Manuela Pedraza que peleó junto
a su marido durante la Primera Invasión Inglesa en las calles de Buenos
Aires, y que Santiago de Liniers consideró que su actuación había sido
heroica y le otorgó un rango militar.
Otro camino eligió Martina Céspedes, vecina de San Telmo que vivía con
sus tres hijas; en plena Segunda Invasión, el 5 de julio de 1807, se
encontraba en casa con ellas cuando un grupo de doce soldados ingleses
golpeó a su puerta buscando bebidas. Otra versión dice que madre e hijas
atendían un negocio de tabaco y alcohol. Ya fuera en el hogar o en el
despacho, hizo pasar a los doce varones, extranjeros y armados, a una
sala contigua, y junto a su progenie les sirvió tanto licor casero como
para que bajaran las defensas hasta el momento en que, de a una y
silenciosamente, salieron de allí dejándolos encerrados. Luego se
dirigió adonde estaba Liniers y, entregándole la llave del cuarto, le
comunicó que acababa de tomar 11 prisioneros.
¿El duodécimo inglés? Se lo quedó una de sus hijas y luego se casó con
él.
Algunos imperios hacen lo mismo: un poco conquistan por la fuerza y otro
poco seducen con la cultura. Liniers nombró a Martina Céspedes sargento
mayor, con sueldo y uniforme. Y con ese grado continuó la Céspedes
participando de los acontecimientos de la Revolución.
¿Por qué contar algo que ocurrió cuatro años antes de los hechos de
Mayo? Porque es durante las Invasiones Inglesas cuando los españoles
residentes y los criollos se dan cuenta de que se pueden organizar y
defender sin la ayuda de la metrópoli.
De amoríos, intrigas y tertulias
Imposible hablar de Liniers sin mencionar a Ana Perichon de Vandeuil,
abuela de la infortunada Camila O´Gorman, y famosa por derecho propio.
Francesa de origen, era joven, hermosa y casada con Edmundo O´Gorman, un
irlandés que tuvo que huir corrido de aquí por las deudas. Quedó su
joven esposa, que muy pronto entabló amores con su compatriota don
Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista de Buenos Aires. Su
relación amorosa se convirtió en cosa pública. Hay quienes dicen que
oficiaba de espía para los ingleses, y otros sugieren que en realidad
estaba del lado de los independentistas. La realidad es que ambas cosas
podrían ser ciertas en una historia en la que los mismos patriotas
criollos no siempre estuvieron seguros sobre cuál era la mejor manera de
ser libres: si a través de una monarquía alternativa a la española o
mediante un gobierno criollo, entre otras posibilidades.
Las reuniones de los patriotas se realizaban en casa de las damas de
mejor posición económica, atendidas por ellas mismas y sus mulatas y
negras. Además de las tertulias de Mariquita Sánchez de Thompson -sobre
la que hablaremos más abajo-, estaban las de Ana Riglos, Melchora
Sarratea y Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, en cuya casa se reunió
durante años (1804-1810) una de las primeras sociedades secretas de la
emancipación. Se llamaba Partido de la Independencia y estaba integrado
por Juan José Castelli, Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Manuel
Belgrano, Juan José Paso y Martín Rodríguez, entre otros.
El 18 de mayo de 1810 se encontraban reunidos esperando a un indeciso
Cornelio Saavedra, sin el cual era imposible realizar nada de lo que
tramaban. Las mujeres, con Igarzábal a la cabeza, fueron a buscarlo a su
casa. Cuentan que fue suya la frase que terminó de convencer al
comandante del Regimiento de Patricios. "No hay que vacilar", dicen que
dijo Casilda Igarzábal, y Saavedra la siguió hasta la reunión en la que
se decidió el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Ni más ni menos.