Cada mañana vienes a mí, con el sol apretado entre los vientos alisios que rasgan el horizonte y desde aquí te miran mis ojos de polizonte, inquieta mano de espuma y arrullo esperanzado.
Esperanza cierta que nace de la voz impetuosa, con ilusión de saberte llegar galana a mi sueño, certidumbre que emerge de ser tu dueño; mecida a mis bordes cuan imán de sed afanosa.
Línea de luz, umbral de marea desatada, llegas con el sol y me haces caracola, arena y atlántida, en la cumbre de la ola; lengua sempiterna a tu boca anidada.
Caldeada en la hoguera de la entraña, enraizado sentir en la faz escondida, que libre encadena el alma aguerrida cual franca flor de esencia travesaña.
Haciéndote beso salino, soy tu orilla y playa, mientras se hace lento el tiempo y te roza, colmada de luz en ti mí amor se posa, aliento aledaño dormitando en su atalaya.
Verdades que recorren irredenta alianza, amor que palpita al reclamo de su brío en la calma de brújula, en soberbio estío; pleno de esencia y álgido amor de esperanza.