ELLA
Al dormir, ya he sabido la manera de acunarte conmigo de traerte a esta sartén del lecho y exponerte a la sal, a la trincha y a la hoguera.
Verás; primero arranco tu cadera de frustrada parra de la muerte. Luego te pongo a desplegar y a verte hasta que al fin te desarraigo entero.
EL
¿Tú no notas por dentro del oído como una vacuidad, como un calambre y un salírsete Dios por los pezones?
Pues ese soy yo, tonta, que he aprendido a hurgar mi soledad con el alambre al rojo del calor que tú me pones.
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