Contra el verso retórico y ornado
Contra el verso retórico y ornado El verso natural. Acá un torrente: Aquí una piedra seca. Allá un dorado Pájaro, que en las ramas verdes brilla, Como una marañuela entre esmeraldas- Acá la huella fétida y viscosa De un gusano: los ojos, dos burbujas De fango, pardo el vientre, craso, inmundo. Por sobre el árbol, más arriba, sola En el ciclo de acero una segura Estrella; y a los pies el horno, El horno a cuyo ardor la tierra cuece Llamas, llamas que luchan, con abiertos Huecos como ojos, lenguas como brazos, Savia como de hombre, punta aguda Cual de espada: ¡la espada de la vida Que incendio a incendio gana al fin, la tierra! Trepa: viene de adentro: ruge: aborta: Empieza el hombre en fuego y para en ala. Y a su paso triunfal, los maculados, Los viles, los cobardes, los vencidos, Como serpientes, como gozques, como Cocodrilos de doble dentadura De acá, de allá, del árbol que le ampara, Del suelo que le tiene, del arroyo Donde paga la sed, del yunque mismo Donde se forja el pan, le ladran y echan El diente al pie, al rostro el polvo y lodo, Cuanto cegarle puede en su camino. Él, de un golpe de ala, barre el mundo Y sube por la atmósfera encendida Muerto como hombre y como sol sereno. Así ha de ser la noble poesía: Así como la vida: estrella y gozque; La cueva dentellada por el fuego, El pino en cuyas ramas olorosas A la luz de la luna canta un nido, Canta un nido a la lumbre de la luna.
José Martí
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