Caminan perdidos entre barro y gemidos, sólo caminan en busca de un trozo de pan y un poco de abrigo.
Pobrecitos mis niños, todo lo han perdido, tiritan de miedo y de frío mientras la tierra tiembla sin que ellos puedan quedarse dormidos.
Son los más remecidos, que claman por algún juguete bajo el fango hundido. Ya nada queda mi niño, pero eres… con la vida bendecido.
En tres minutos aprendiste lo que muchos en años no han comprendido, y en tres minutos supiste que pese al inclemente destino, jamás nos debemos dar por vencidos.