Te aprecio no solo por lo que eres, sino por lo que yo soy cuando estoy contigo.
Te estimo no solo por lo que has hecho de ti, sino por lo que haces conmigo.
Te aprecio porque me has dado más bien que cualquier credo, y más felicidad que cualquier destino.
Y lo conseguiste sin una palabra, sin un signo, sin una victoria, lo lograste por ser tu misma. Quizás eso sea, al fin y al cabo, lo que significa ser un amigo.
Los silencios entre amigos constituyen autenticas conversaciones. Lo importante no es lo que se dice, sino lo que jamás resulta preciso decir.
Siempre creí que el privilegio, el alivio, y el consuelo más grandes de la amistad consisten en que no es necesario explicar nada.
Lo que mas nos sostiene no es tanto la ayuda de nuestros amigos como la seguridad de saber que podemos contar con ellos.
Creo que existe una amistad que se reconoce de inmediato, un tipo de afecto. Solo requiere una palabra fugaz, el tacto de una mano, mas la separación es perdida, y el leve dolor de la pesadumbre perdura siempre en nosotros.
Luego, poco a poco, descubrimos entre muchos amigos a uno que se siente especialmente a gusto con nosotros y a quien, advertimos, tenemos infinidad de cosas que decir.
No es el primero de la clase, no está particularmente bien considerado por los demás, no llama la atención su modo de vestir... y cuando regresamos a casa con el/ella reparamos en que sus botas son idénticas a las nuestras, fuertes y sencillas, no elegantes ni frívolas como las de otros...
El simple conocimiento de una amistad torna posible resistir la soledad, la enfermedad y la confusión, aunque el amigo carezca de medios para ayudarte. Basta con que exista.
La amistad no mengua con la distancia ni con el tiempo, la reclusión o la guerra, el sufrimiento o el silencio. Es allí en donde más hondamente arraiga. Es allí donde florece.
Jhulyo JM |