Vivir el momento presente
Tenemos que esforzarnos en hacer el ejercicio mental y espiritual de vivir el momento presente, unidos a la realidad. Porque muchas veces nos encontramos divagando por el pasado lejano, o por el futuro incierto, y pasamos minutos, horas, días enteros, y a veces la vida entera, con lo que fue o con lo que puede ser.
Pero debemos saber que ni lo que fue ni lo que será está en nuestras manos, y por ello tenemos que vivir bien el ahora, el hoy. Hay que decir como los Santos: "HOY". Hoy sufro. Hoy soy feliz. Hoy trabajo. Hoy estoy enfermo. Hoy. Hoy. Mañana no sé qué puede pasar, entonces aprovecho el día de hoy, el momento presente.
Es lo que dice el mismo Señor en el Evangelio, que no nos preocupemos por el mañana, ya que cada día tiene suficiente con su propio afán. ¿Y todavía queremos hacernos problemas por el pasado, que no podemos cambiar? ¿O por el futuro, que no sabemos si vamos a estar para vivirlo?
Vivamos un día a la vez, y entonces seremos felices, estaremos contentos, es decir, contenidos en el hoy, y haremos el esfuerzo hoy. Mañana... Dios dirá.
Dejemos también de lado los ensueños, o al menos si los tenemos, hagamos lo posible por concretarlos, comenzando hoy mismo, ahora mismo a cumplirlos, ya que de lo contrario no lo lograremos nunca.
Aprovechemos la gracia que nos da el Señor hoy, a cada momento, porque si bien para el hombre de mundo rige el dicho: "El tiempo es oro"; para el cristiano se cambia por este otro: "El tiempo es gloria"; puesto que efectivamente hay que aprovechar el tiempo presente para recibir las gracias que nos da el Señor y para hacer buenas obras con su ayuda.
Si hacemos así, una gran fuente de felicidad inundará nuestra vida y nuestra alma, porque viviremos acotados en el hoy, sin descorazonarnos por lo que pasó, ni desesperarnos por lo que puede pasar.