Siento gran paz cuando oro o alzo mi voz en canto. Mi mente se llena de pensamientos de Dios y mi corazón se desborda de amor. Deseo llevar conmigo esos pensamientos donde quiera que voy. Mi conexión espiritual me guía en todas mis interacciones, manteniéndome amable y sereno.
Me centro en la paz y en un profundo sentimiento de bienestar, lo que me mantiene lejos de sentirme bamboleado por los ritmos transitorios de la vida. Enfrento todas las circunstancias con calma y aplomo, sobrepasando las molestias y discordias. Recibo a los demás con amabilidad y compasión, sin importar cómo me traten. Respondo de buena manera y actúo con gentileza, obteniendo paciencia y perspectiva de mi enfoque en Dios, mi fuente de amor y luz.