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Deportes: 100 momentos en los juegos olimpicos
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De: Fdo Black (Mensaje original) |
Enviado: 03/09/2012 21:59 |
1.- Jesse Owens
Parece una historia de película, pero es sencillamente la mejor fábula que los Juegos Olímpicos han sabido entregar. El estadounidense Jesse Owens, de ascendencia africana y piel negra, obtuvo cuatro medallas doradas en Berlín '36, los Juegos que Adolf Hitler había ideado para consolidar la propaganda Nazi. Owens, a quien la idea de raza aria consideraba "inferior", demostró su superioridad atlética entre banderas con la cruz esvástica y brazos en alto que saludaban la ideología que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. El propio Hitler contempló desde su palco cómo el hombre nacido en Ohio conseguía los 100 metros, los 200 metros (en los que bajó el récord olímpico casi medio segundo), el salto en largo y la carrera de relevos 4x100 con un récord olímpico que permanecería por 20 años. Cuatro medallas doradas en atletismo en un único Juego, algo que no se repetiría hasta 1984. La historia del salto en largo es particular. Tras dos intentos nulos en la ronda de clasificación, Owens recibió un consejo de su competidor alemán, Luz Long, su rival directo por la medalla dorada: le dijo que intentara saltar desde atrás de la tabla para evitar quedar eliminado sin ninguna marca. El norteamericano se dejó un margen de al menos 10 centímetros pero su salto igual logró clasificarlo a la final. Allí, logró el oro con récord olímpico. Ese evento, y muchos otros, quedaron registrados en la película Olympia, de la cineasta Leni Riefenstahl. Hitler, que había felicitado a los ganadores alemanes durante el primer día de competencia, no se presentó en ninguna de sus premiaciones. |
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LA TRAGEDIA Y EL TERROR INVADEN LA VILLA OLÍMPICA - MÚNICH 1972
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A las 4.30 de la madrugada del 5 de septiembre de 1972, ocho terroristas del grupo palestino "Septiembre Negro" ingresaron a la Villa Olímpica de Múnich. Estaban armados y encapuchados. Allí, asesinaron a dos atletas israelítas y tomaron como rehenes a otros nueve. Demandaban la liberación de 234 prisioneros que estaban en las cárceles de Israel. Era la segunda semana de competencia y, hasta aquel momento, un clima de calma y amistad había reinado entre los atletas. Algunos dicen que la seguridad era particularmente laxa en la Villa Olímpica, de donde los atletas podían salir y entrar sin demasiados problemas. Las negociaciones para salvar a los atletas no fueron exitosas. El gobierno alemán trasladó a terroristas y rehenes hasta el aeropuerto de Fürstenfeldbruck, donde intentaron un rescate que falló y terminó en tragedia. El grupo armado asesinó a los nueve atletas y entrenadores restantes. Cinco terroristas murieron, los otros tres fueron apresados. También falleció un policía alemán. La bautizada "Masacre de Múnich" se televisó en todo el mundo. Increíblemente, la competencia sólo se suspendió un día, el mismo 5 de septiembre. El pánico, el dolor y la enorme tristeza, sin embargo, quedaron sembrados. Desde entonces se han buscado causas que explicaran lo sucedido e incluso se han filmado escalofriantes recreaciones históricas del hecho. Lo que está claro es que el impacto tremendo que generó este desafortunado hecho marcó una cicatriz inolvidable en el mundo olímpico.
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A RUTINA PERFECTA DE NADIA COMANECI - MONTREAL 1976
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Se pueden decir muchas cosas de Nadia Comaneci: que nació en Onesti, Rumania; que era una gimnasta fenomenal; que tenía apenas 14 años cuando le tocó competir en los Juegos de Montreal '76; que entonces medía 1,50 metros; que obtuvo tres medallas doradas, otra de plata y una más de bronce en esa competencia. Sin embargo, hay un adjetivo que surgirá en cualquier biografía: perfecta. ¿Por qué? Porque un 18 de julio, la niña de oro completó su rutina obligatoria de barras paralelas asimétricas y fue evaluada con un 10.0. Sí, un 10 perfecto. Fue el primer 10 para una gimnasta en toda la historia de los Juegos Olímpicos. De hecho, lo que sucedió fue tan excepcional que el marcador reflejó un "1.00" como puntaje, porque no registraba dos dígitos para números enteros. La locura que despertó aquella performance fue tal que el estadio la aplaudió de pie y debió volver a salir a ver al público para recibir una ovación, como si se tratara de una actriz en el teatro. Acumuló otras seis rutinas que le valieron un 10 perfecto. Fue la estrella de unos Juegos, que la catapultaron a la fama mundial. Tapa de las revistas Time, Newsweek y Sports Illustrated de los Estados Unidos, se transformó en un símbolo global de perfección y estética. |
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MICHAEL PHELPS SE TRANSFORMA EN EL MEJOR DE TODOS LOS TIEMPOS - BEIJING 2008
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Imaginen la presión, la escandalosa presión que puede sentir un deportista en el momento de enfrentar su primera competencia (no digamos las demás) cuando el mundo espera que gane ocho medallas doradas por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos. El estadounidense Michael Phelps enfrentó esa carga con una entereza y una competitividad tan fuera de serie, que no sólo cumplió el objetivo sino que además logró establecer siete nuevos récords mundiales y un récord olímpico con sus victorias. El muchacho había aterrizado en Beijing 2008 con 24 años, y ya se había quedado con ocho preseas en Atenas 2004. En aquella ocasión, había obtenido seis de oro y dos de bronce. En China, saldría triunfal de los 100 y 200 metros mariposa, de los 200 metros estilo libre, de los 200 y 400 metros combinados, del relevo 4x100 y 4x200 estilo libre, y del relevo 4x100 combinado. Esa última especialidad -él participó en el tramo de mariposa- le dio al máximo ganador olímpico de todos los tiempos la posibilidad de superar el registro de su colega y compatriota Mark Spitz en un único Juego. Y aunque no fue la más reñida de sus competencias, sí resultó la más relevante desde el punto de vista histórico. "Me siento cansado, excitado, feliz", dijo el genio más tarde. El mundo lo esperaba. Él no falló. |
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LA FINAL DE BÁSQUETBOL QUE GANARON LOS DOS EQUIPOS - MÚNICH 1972
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Era la útima jugada del encuentro. La Unión Soviética perdía por un punto frente a Estados Unidos, dueño de todas las medallas de la historia del básquetbol olímpico. El equipo soviético sacaba desde el fondo de la cancha, tras un tiempo muerto pedido por su entrenador. El primer pase llegó a destino, pero cuando el jugador que recibió la pelota intentó buscar a un compañero ubicado cerca del aro, sonó la chicharra que marcaba el final del encuentro. No le alcanzó a la URSS, que cayó ante el monarca de siempre. Los norteamericanos festejaron con locura. Habían llegado a estar tres puntos abajo a menos de tres minutos del final, en una época en la que no existía la línea de triples. La remontada se había dado contra un rival que también era político, en plena Guerra Fría. El público era una locura, comenzó a ingresar en su celebración al rectángulo de juego. De pronto, los jueces comenzaron a hacer señas. No, no se había terminado el juego. Se trató de un error en el reloj. Los oficiales decidieron que habría tres segundos para ese último intento. Los jugadores estadounidenses comenzaron a echar a los intrusos del campo de juego en medio de la confusión. Se reanudó el partido. Los soviéticos volvieron a sacar del fondo y otra vez buscaron un pase largo. Esta vez llegó a destino: Alexander Belov recibió la pelota solo tras la caída del defensor que lo marcaba y logró una bandeja que llevó la locura de la celebración hacia el otro costado. Los estadounidenses, convencidos de que los habían robado, no acudieron a la premiación. Igual, y pese a la polémica, perdieron su primer partido en la historia de los Juegos. |
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EL BLACK POWER SALUDA DESDE EL PODIO - MÉXICO 1968
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Todo comenzó con una carrera de 200 metros. Tommie Smith ganó la prueba en 19,83 segundos, detrás llegó el australiano Peter Norman. El tercero fue John Carlos. Smith y Carlos eran parte del equipo de Estados Unidos, pero representaban algo mucho más grande. Ambos integraban el Proyecto olímpico por los Derechos Humanos, un movimiento de deportistas afroamericanos que llegó a plantear el boicot a los Juegos. Al final se decidió competir y aprovechar la exposición para pedir el fin del racismo en su país. Subieron al podio descalzos para representar la pobreza de su etnia, Smith se colgó un pañuelo negro como muestra de orgullo por su color de piel y Carlos uso un collar de cuentas en memoria "de las personas que fueron linchadas o asesinadas". Invitaron a Norman a sumarse a la protesta y el australiano usó también el logo del Proyecto olímpico. Además, querían mostrarse con guantes negros, pero Carlos se olvidó su par en la Villa Olímpica. Norman sugirió que compartieran el par que tenían. Cuando sonó el himno estadounidense, Smith y Carlos bajaron sus cabezas, no había alegría sino dolor, y levantaron sus brazos en el tradicional saludo del Black Power. Su puño en alto fue una de las imágenes simbólicas más impactantes en la historia de los Juegos. Abucheos y aplausos se mezclaron en el aire. "Si gano soy americano. Pero si hago algo malo, soy un negro", dijo Smith. El gesto recorrió el mundo. El COI decidió expulsarlos por manifestar sus ideas políticas. Ni antes en la Berlín de Hitler, ni después en los boicots del '80 y del '84, la política pareció importar. Carlos y Smith regresaron a su país y se los marginó del atletismo de élite. Fueron amenazados y sufrieron el mismo racismo de antes pero con más saña. Norman fue vetado por su federación para competir en Múnich '72. Recién en 2003, se decidió homenajear su coraje con una estatua en su honor. Y en 2008, el sobrino de Norman, estrenó un documental para recordar ese potente gesto silencioso. |
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LA PRIMERA GRAN HAZAÑA DEL AGUA - MARK SPITZ- MUNICH 1972
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"Debería haber visto a ese pequeño cuando vio el mar. Corrió hacia él como si estuviera a punto de suicidarse", contó en una entrevista Lenore, la madre del estadounidense Mark Spitz. Se refería al día en que la familia Spitz llegó a Honolulú, Hawaii, donde debió mudarse por cuestiones laborales cuando el pequeño Mark tenía dos años. De ese día en adelante, el niño nadó todos los días en la playa Waikiki. Entusiasmo le sobraba. Poco a poco, todos se fueron percatando de que talento también. 20 años después, en 1972 y lejos de la costa estadounidense, un ya crecido Mark logró en una pileta de Munich, Alemania, una de las más memorables gestas de la historia de los Juegos Olímpicos. Fue el primer atleta en ganar siete medallas de oro en una misma justa olímpica. Pero no sólo eso. El nadador, que lucía un gracioso bigote cuando la costumbre en su deporte era tener la menor cantidad de vello posible, logró un récord mundial en cada una de esas victorias. Luego de la hazaña, se retiró del nado profesional, con sólo 22 años. Ya había dado todo. |
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ABEBE BIKILA, CON ORO PERO SIN CALZADO - ROMA 1960
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Cuando el etíope Abebe Bikila fue a buscar las zapatillas con las que debía correr la maratón de los Juegos Olímpicos Roma 1960, al proveedor oficial de calzado del evento le quedaban pocos pares. Se probó los que había y ninguno le iba cómodo. Eso fue suficiente para que Bikila, integrante de la guardia imperial de su país, se decidiera a dejar de lado el protocolo y disputar la carrera tal cual había entrenado para ella: descalzo. Ya en el maratón, y mientras el público observaba asombrado al corredor sin calzado, el etíope comenzó a pasar competidores en busca de la camiseta número 26. Su entrenador le había dicho que quien vestía esa remera era el marroquí Radhi Ben Abdesselam, el máximo favorito a la victoria. Cuando alcanzó a quien parecía marchar líder, Abebe vio que tenía la 185. Era Ben Abdesselam, quien se había puesto un número distinto al que le habían asignado. Pero Bikila no lo sabía y supuso que, entonces, debía haber alguien más adelante. Por eso, cuando se acercaba el final aceleró. Tanto, que al cruzar la meta rompió el récord mundial. Se convirtió en el primer atleta negro en ganar un oro olímpico representando un país africano. Le preguntaron por qué había corrido descalzo. "Yo quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo", respondió. Volvió a quedarse con la maratón en Tokio '64 para convertirse en el primer atleta en ganar la prueba en ediciones olímpicas consecutivas. Irónicamente, un accidente automovilístico lo dejó parapléjico a los 37 años y debió desplazarse el resto de su vida en silla de ruedas. La película El atleta, basada en su vida, se estrenó en 2010.
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GEBRESELASSIE-TERGAT, EL GRAN DUELO DE LOS JUEGOS - ATLANTA '96/SIDNEY '00
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Fue una de las rivalidades más grandes en la historia de los Juegos, por encima de los duelos entre los franceses Coe y Ovett, o las carreras de Zapotek y Mimoun. Haile Gebreselassie y Paul Tergat, grandes rivales en la pista y enormes amigos fuera de ella, entregaron las definiciones más impactantes, y lo hicieron en carreras de fondo que no tienen esa emoción. En Atlanta '96, el etíope Gebreselassie era bicampeón mundial en los 10 mil metros y dueño del récord global. El keniata Tergat, campeón de Cross Country, era su única amenaza. La carrera tuvo unos últimos 15 minutos memorables. Tergat estuvo al frente, pero en la última vuelta Haile se impuso con su sprint y ganó por seis metros. En los cuatro años siguientes se batieron en muchas pistas, pero casi siempre ganó el etíope. En Sidney '00, una lesión en el talón de Aquiles casi margina a Haile. Obligado a defender su oro olímpico, volvió a participar. Esta vez, la emoción se concentró en los últimos 250 metros. Haile y Tergat corrieron a la par la última recta y el etíope ganó por sólo 0,09 segundos, menos que el margen que tuvo la carrera de 100 metros. Con dos oros seguidos en 10 mil metros estaba a la par de Zapotek y Viren. Otra vez, Tergat debió conformarse con la plateada, con saber que era amigo del mejor de todos y casi tan bueno como él.
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PAVOO NURMI, ENCIENDE EL LEGADO DE LOS FONDISTAS - HELSINKI 1952
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También conocido como el "finés volador", Paavo Nurmi fue el más grande corredor de media y larga distancia en los años '20. Ganó nueve doradas y tres plateadas en los tres juegos de esa década, y batió récords en pruebas que van desde 1500 metros a los 20 kilómetros. En Los Ángeles '32 fue marginado, porque había recibido dinero por correr en exhibiciones. En 1952, cuando los Juegos llegaron a su tierra, fue el primer gran atleta en la historia en participar de la posta del fuego de Olympia. Ese 19 de julio, todo el estadio se quedó sin palabras cuando se anunció que la antorcha llegaría en la mano de su héroe olímpico. Una antorcha que por primera vez había sido diseñada para la ocasión (apenas se construyeron 22, y en 2011 una se vendió por 348 mil euros). Cuando entró corriendo, los 70 mil espectadores lo recibieron con admiración, gritando su nombre. Con menos pelo que cuando arrasaba en las pistas, marchó con paso veloz y firme, como dando pequeños saltos, hasta un pebetero que estaba dentro de la pista. Lo encendió de pie y volvió a correr sobre sus pasos para desaparecer por donde había entrado. El checoslovaco Zatopek, que admiraba a Nurmi, continuó con su legado en esos Juegos. La tradición de gloria estaba asegurada. |
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EL ORIGEN DE TODOS LOS DREAM TEAM - BARCELONA 1992
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La definición de diccionario remite a ellos: el seleccionado estadounidense de básquetbol que participó en los Juegos de Barcelona, en 1992. La prensa, afín a las etiquetas, lo definió como el equipo de los sueños y dejó ese calificativo estampado para siempre en el resto del deporte. Probablemente nunca más habrá tanto talento junto, diez de los 50 mejores jugadores de la historia de la NBA formaron ese plantel. No fue fácil juntarlos. Larry Bird sufría graves dolores de espalda. Magic llevaba ocho meses retirado y no iría sin Bird. Jordan ya era campeón olímpico (Los Ángeles '84) y no le interesaba estar sino se formaba un equipo único. Bird cedió y los tres se anotaron. A ellos se sumaron: Barkley, Pippen, Ewing, Robinson, Malone, Mullin, Drexler y Stockton. Un joven Laettner completó el plantel. El bronce del equipo universitario en Seúl '88, tras otra dolorosa derrota ante la URSS, propició este Dream Team. En Barcelona '92, EEUU ganó los ocho partidos que disputó por un promedio de 44 puntos de ventaja ante rivales que sólo querían una foto de recuerdo. La final ante Croacia, que ganaron por 32 puntos, fue el partido más duro para un equipo que no sabía lo que era perder. Chuck Daly, el DT, que apenas condujo dos prácticas y nunca pidió un tiempo muerto, afirmó que "era como juntar a los Beatles con Elvis y salir de gira". Tanto espectáculo fue el despegue ideal para la NBA como producto global. |
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HUNGRÍA-URSS, UN AUTÉNTICO BAÑO DE SANGRE - MELBOURNE 1956
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Un mes antes los tanques de la URSS habían entrado en Budapest y aplastaron la revolución húngara. La delegación olímpica recién se enteró al llegar a Australia. El equipo de waterpolo, histórica potencia, tenía la misión de retener el oro ganado en Helsinki '52. En cada presentación tuvo el apoyo de exiliados húngaros con banderas nacionales sin el escudo soviético. Lo mismo ocurrió el 6 de diciembre, cuando en semis Hungría enfrentó a la Unión Soviética. El juego fue violento desde el comienzo, más de lo habitual en esta ruda disciplina. Sobre y bajo el agua hubo agarrones, codazos y patadas. A un minuto del final, cuando el partido estaba 4-0, Ervin Zador, que anotó dos tantos para Hungría, discutió con Prokopov. El ruso se levantó en el agua y le dio un fuerte golpe en el pómulo derecho. Una gran mancha de sangre brotó en la piscina. La agresión desató la locura en el gimnasio. Los jugadores se enfrentaron a los golpes dentro y fuera del agua, mientras el público quería intervenir en la pelea. Se le dio el partido ganado a Hungría, que luego sería campeón ante Yugoslavia. Para muchos fue una venganza consumada, películas y documentales recogen la historia. Zador dijo tiempo después: "No me pegó porque él fuera comunista y yo no. Me pegó porque estaba a punto de perder el partido". |
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LA GLORIA DE EMIL ZATOPEK, LA LOCOMOTORA HUMANA - HELSINKI 1952
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Los juegos de Finlandia fueron la cumbre de su carrera. Cuatro años antes, en Londres '48, ganó el oro olímpico en los 10 mil metros y fue plata en 5 mil. En 1952, el checoslovaco Emil Zatopek era el rey de los fondistas pese a su técnica poco ortodoxa. Un entrenador de la época aseguraba que "hacía todo mal excepto ganar". Mucho se lo debía a sus tortuosas prácticas, donde se exigía más de la cuenta. "Prefiero sufrir en los entrenamientos y no en las carreras", explicaba. Corría siempre serio, movía mucho la cadera y los brazos, a la vez que emitía extraños sonidos: de ahí surgió su apodo, "La locomotora humana". En Helsinki hizo historia. Después de ganar los 5 mil metros y los 10 mil, le dijo a un periodista: "me parece que voy a probar la maratón". Nunca había competido en esa prueba, por eso siguió de cerca al favorito, el británico Peters, hasta que lo superó. Cuando entró al estadio, el público coreaba su nombre. Bajó el récord mundial por seis minutos y le sacó dos vueltas a su escolta, el argentino Reinaldo Gorno. Sumó así su tercer oro en pruebas de fondo en ocho días, algo que nadie había hecho y que aún nadie puede igualar. Con 35 años, se despidió de los Juegos con un sexto lugar en Melbourne '56. En su tumba se lee: "Héroe olímpico". |
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DICK FOSBURY CAMBIA EL SALTO EN ALTO PARA SIEMPRE - MÉXICO 1968
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Cuando estaba en la secundaria, en los años '60, tenía muchos problemas para mejorar su salto en alto. Solía usar la "tijera", una de las técnicas tradicionales, pero sus marcas no mejoraban. Una tarde en el micro escolar decidió seguir a su instinto. Tenía 16 años cuando empezó a aplicar su método en las competencias. Otros jóvenes, en Canadá y EEUU, también experimentaban con un salto similar, pero Fosbury fue el primero que llegó a las páginas de un diario. En 1964, un fotógrafo lo vio saltar de espaldas a la barras y cruzar primero con su cabeza y su brazo, antes que con sus piernas. La mayoría se rió de él y llegaron a decir que era "el saltador en alto más perezoso del mundo". "Sabía entonces que tenía algo especial", recuerda. Con su estilo, que poco después fue bautizado "Fosbury Flop", se clasificó para México '68. Allí, fue el único en utilizar esa técnica. Ganó tras saltar 2.24m. Impuso un nuevo récord y cambió la disciplina para siempre. Cuatro años después no logró clasificar, pero su estilo estuvo presente. En Munich '72, 28 de los 40 participantes usaron la técnica de Fusbury y de ahí a la actualidad de los 36 medallistas sólo dos usaron otra forma de salto. Cuando vean a los especialistas en Londres 2012, sepan que todo empezó con Dick. |
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EL SALTO DEL SIGLO DE BOB BEAMON - MÉXICO 1968
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El día previo a la final de salto en largo, Bob Beamon estuvo al borde de perderse su cita con la historia. Tras dos intentos nulos, su compañero en el equipo de Estados Unidos y mentor, Ralph Boston le aconsejó dar un salto seguro. El joven neoyorquino, que llegó a México '68 tras ganar 22 de los 23 eventos de ese año, estaba lleno de nervios. Esa noche, para relajarse, se fue a tomar unos tragos de tequila y tuvo sexo con su novia. Pensó que así ya no tendría chances y se sintió más liviano, tanto que pudo volar. Al día siguiente, a las 15.45, tras 19 pasos largos, Beamon dio "el salto del siglo". La marca que dejó estaba fuera de la escala prevista en el método de medición que se estrenó en esos Juegos. Tuvieron que usar una cinta métrica de metal para registrarlo. Tardaron más de 20 minutos, cuando la marca, 8.90 metros, apareció en los carteles Beamon, que estaba familiarizado con las medidas en pies, preguntó: "¿Y eso qué significa?". Eran 55 centímetros más que el récord mundial. Bob comenzó a correr por la pista, exultante, desorientado en su alegría, hasta que se desplomó sin fuerzas en sus piernas por un ataque catapléjico. El récord mundial de Beamon, el más grande que se instauró en los Juegos, se mantuvo por 23 años hasta que Mike Powell estableció la marca actual, apenas cinco centímetros por encima de aquella ejecución magnífica. |
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