Cuando utilizo mi imaginación para visualizar el futuro que deseo, sé que el simple hecho de imaginarlo no hace que ocurra. Mas cuando creo de corazón que lo que imagino se manifestará, prosigo con fe hasta que sucede. A veces, lo que imagino es el próximo paso lógico en un sendero conocido; otras, es un camino totalmente nuevo.
De cualquier modo, soy guiado por el Espíritu y fortalecido por la fe. Una osa que hiberna confía en su conocimiento interno para saber cuándo llegó la primavera y es seguro que sus crías salgan de la cueva. Dios me dice cuándo salir de mi cueva de contemplación. La fe aviva mi disposición para tomar acción. Confío en la guía divina y en mi habilidad para lograr la vida de mis sueños.
A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos.—1 Corintios 12:7
A lo largo de mi día, descubro la presencia de Dios.
Cuando mantengo el pensamiento “Todo es Dios”, puedo ver a mi Creador por doquier. Soy como un detective espiritual que busca a Dios en cada experiencia. Al comenzar el día, descubro a Dios en la belleza del amanecer. Aprecio el Amor Divino en mi desayuno, consciente de Su energía y sustento dadores de vida.
Si voy a una cita médica, reconozco a Dios en el cuidado que recibo. En la tienda, una madre que demuestra afecto a sus hijos me recuerda el amor incondicional de Dios. Cuando paseo por un parque, veo el gozo divino en el juego de los niños. Percibo la paz del Espíritu al meditar y orar a lo largo de mi día. Descubro la Verdad: “Dondequiera que estoy, está Dios”.
Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón.—Jeremías 29:13