Con el correcorre de la vida, a veces puede que sea difícil detenerme, descansar y cuidar de mí. Tal vez me sienta presionado a hacer una multitud de cosas y a mantener un paso frenético para cumplir con todas las exigencias. De ser así, recuerdo las palabras de una canción: “Me apuro para poder hacer las cosas. Oh, y me apuro tanto que la vida deja de ser divertida”.
Cuidar de mí es honrar al Espíritu morador. Descanso, respiro y desisto de las presiones y preocupaciones. Tomo tiempo para conectarme con Dios a través de la oración y la meditación. ¡También tomo tiempo para divertirme! Cuidar de mí me llena de energía, no disminuye mi capacidad para cuidar de los demás y fortalece mi relación con Dios.
Gran regocijo hay en mi corazón y en mi alma; todo mi ser siente una gran confianza.—Salmo 16:9
La naturaleza en su esplendor veraniego me invita a descansar y a rejuvenecerme. Veo cómo los perros y los gatos disfrutan de la luz del sol. Me deleíto con el aroma de las flores que esparce una suave brisa. Y el atardecer del día me ofrece un hermoso momento para la reflexión.
Sigo el ejemplo de la naturaleza y tomo tiempo para descansar y rejuvenecerme. Busco un lugar tranquilo para conectarme con Dios en meditación —quizás me siente sobre una roca cerca del agua, en el banco de un parque o en mi jardín. Respiro el aire fresco y dejo ir cualquier preocupación. Permanezco receptivo a nuevas perspectivas. Me visualizo sano, fuerte y lleno de vitalidad. Consciente de mantener el equilibrio en mi vida, me comprometo a descansar y ¡soy rejuvenecido!