Si no estoy seguro de cómo orar, recuerdo el consejo de Jesús y digo el Padrenuestro: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. Enfocar mi pensamiento en Dios profundiza mi comprensión.
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. Dejo ir y dejo que Dios establezca el orden divino en mi vida. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Dios me bendice con lo que necesito. Sólo tengo que pedir y Dios proveerá.
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Así como Dios me perdona, perdono a los demás. Dejo ir rencores y confío en que Dios aclara cualquier malentendido. Más importante aún, me perdono a mí mismo.
Abro el camino para mayor prosperidad en el Año Nuevo al morar en lo más elevado y mejor de mí y en toda expresión de vida. Apreciar lo bueno en mi mundo eleva mi ánimo y profundiza mi gratitud. Mi prosperidad puede que incluya un pasatiempo que me aquieta, un trabajo que disfruto o una silla favorita. Quizás disfrute de cosas sencillas tales como tomar café o mirar fotos de familiares y amigos.
Al demostrar gratitud por lo que tengo, amplifico mi prosperidad. Encuentro lo que busco; aumento aquello en lo que pienso. Como dijo Jesús: “Si ustedes creen, todo lo que pidan en oración lo recibirán”. Este año afirmo mayor éxito y felicidad dando gracias a Dios por las riquezas ya presentes en mi vida.
Éste es el día que el Señor ha hecho; y en él nos alegraremos y regocijaremos.—Salmo 118:24
Mi corazón está abierto a los regalos extraordinarios de la gracia divina.
Incluso el acto más grande no puede hacer que me gane la gracia de Dios. Así como el peor error no puede quitármela. La gracia es independiente de cualquier cosa que diga o haga. Es la efusión natural del Amor mismo.
El amor intrínsecamente busca expandirse. Cuando el amor excede mis expectativas y sueños, experimento la gracia. Dicha gracia prepara un camino de compasión y perdón para todos. La gracia, inmensurable e irrestricta, fluye hacia mí y por medio de mí sin importar mis problemas, pesares o gozos, expandiendo mi habilidad para disfrutar de la riqueza de la vida. Dios es bueno, todopoderoso y generoso. Mi corazón está abierto y receptivo a los regalos gloriosos de la gracia divina.
Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo.—Efesios 4:7
Guiado por la mente omnisciente de Dios, tomo la acción correcta.
Para tomar la acción correcta, primero debo estar alineado con la luz interna. Establecer mi vínculo con la guía intuitiva en mí significa estar en sincronía con ella. ¿Cómo puedo mejorar mis pensamientos diarios para fijarme firmemente en mi “mente legítima”? ¿Qué puedo hacer para alinearme con mi parte espiritual que ya sabe qué hacer?
Ahora mismo, respiro y me aquieto para experimentar confianza —un conocimiento interno que reafirma que estoy siendo guiado a la acción correcta. Hago a un lado cualquier juicio que pueda haber tenido acerca de mi situación y permanezco afianzado a la conciencia de que estoy siendo guiado divinamente. Estoy en el camino correcto porque estoy en sincronía con la Mente divina en mí.
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.—1 Juan 3:18