El orden divino está establecido en mi mente y en mi vida.
El desorden surge del pensar incongruente o de la falta de planificación. Si deseo poner mi trabajo o mi vida familiar en orden, he de pensar claramente. El universo opera de manera ordenada. Con esto en mente, busco alinear mis pensamientos y mi vida con el orden divino. El aquietarme me ayuda a lograrlo. Así que tomo tiempo para meditar en el Silencio.
Las leyes divinas están escritas en los corazones de la humanidad. En el Silencio, mi mente y mi corazón están abiertos a la ley del orden divino. El orden es revelado por medio de la oración y la meditación. Al proseguir con mi día, permito que dicho orden se exprese plenamente. Establezco orden divino en mi mente y en mi vida.
Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón.—Jeremías 31:33
La generosidad nutre nuestras vidas del mismo modo como la calidez del sol nutre los tiernos retoños para que florezcan. Bendecidos por la luz del sol, logran su potencial y esparcen su belleza.
Siento gratitud por los actos de generosidad que me han apoyado en momentos de necesidad. He sido bendecido con una palabra de apoyo y con una oportunidad inesperada, así que yo también las ofrezco a los demás. Mientras más libremente doy a la vida, más libremente la vida me da a mí.
Retribuyo la bondad que he recibido siendo afable con los demás. Así como una flor de brillantes colores evoca una sonrisa, un acto de bondad suscita aprecio. El ciclo continúa, y todos somos bendecidos.
Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente.—2 Corintios 9:11